Los buenos eran buenos
“Si no eras lo suficientemente bueno a nivel zonal, no podías jugar el Provincial, y si no eras bueno a nivel provincial, no podías jugar el Nacional. Antes tenías que ganar todos los fines de semana para llegar al máximo torneo. Eso hacía que los buenos fueran buenos. Ahora chicos y padres tienen una falsa expectativa”.
como me gustaba, sino como me convenía”, rescata la riotercerense. “Él hablaba mucho con Ion Tiriac, con ‘el Pato’ Rodríguez, y era como una computadora que tomaba información y me la transmitía. Era un gran motivador”.
El contexto
En los ‘70 y los ‘80 todo el esfuerzo fue a pulmón, con una Europa lejana para el tenis cordobés por los costos de los viajes. Pero en los ‘90 la convertibilidad facilitó que aquellos juveniles destacados, con apoyo de la AAT, pudieran aprender en escenarios de primer nivel y hubiese más torneos en el país. Tras la crisis de 2001, ese escenario cambió y la estructura quedó inadecuada. En los tiempos de hoy, todo es vertiginoso y los resultados deben ser inmediatos.
“En ese tiempo (los ‘80-‘90), el chico era iniciado en grupitos de cinco, y mientras iban aprendiendo se agrupaban para competir. No podés tener 30 chicos en una cancha para enseñarles. Había nivel inicial, precompetencia y competencia, con muchas horas”, recuerda Lescano. Claro que “los chicos estaban mucho en el club. Ahora compiten menos y juegan menos, son más sedentarios. Los padres no ayudan mucho porque estamos teniendo generaciones de padres poco deportistas”.
En San Francisco, la realidad era similar. “En esa época, los chicos iban al club en bicicleta, tenían muchas horas más de club que ahora. En el interior sigue ocurriendo. No tienen tanta infraestructura como en Córdoba, pero tienen esa vivencia de hacerse en el club, jugando, compitiendo, y no la estructura de dos horas de estudio y una hora en inglés. En la ciudad de Córdoba hay que ser más ingenioso para lograrlo”, asegura Gariotti. “Es más difícil porque no hay tiempo, las cosas deben ser ‘ya’. Estamos viviendo una cultura en la que todo es automático, aprieto un botón y tiene que aparecer un jugador, y eso no existe. Se trata de desarrollar con tiempo. Los resultados son una consecuencia, y hoy lo que se busca son resultados”, dice.
Lerda afirma: “Me da la sensación de que en aquella época los clubes apoyaban más al desarrollo de los niños, un mejor sistema de competición, y había una mayor cantidad de formadores. Los profesores hablamos mucho de lo que enseñamos, pero los jugadores nos enseñan un montón. Hasta cuando el jugador tiene una limitación me está exigiendo, enseñando”.
Cambio de sistema
En los ‘90, con el advenimiento de la convertibilidad, la AAT cambió el sistema de competencia. De la escalera vertical de Selectivos Regionales a los Provinciales, hasta los Nacionales, se pasó a un esquema que imita el circuito mundial: torneos repartidos en todo el país en los que un jugador de otra provincia puede buscar sus puntos donde la competencia es más accesible. Así se produce un
ranking mentiroso y desgastante económicamente por los viajes.
“Antes el filtro era deportivo; hoy es económico. Años atrás, para llegar a determinados niveles tenías que ganar; y para ganar, tenías que jugar bien –dice Gariotti–. Hoy no ocurre eso. Se pierden chicos que no pueden viajar o que pierden semanas de clases por un torneo con chicos de 12 o 14 años que los tienen como si fueran Djokovic”.
El resultado, según Lescano, es que “hay muchos menos chicos compitiendo. Desde que se inventaron los Grado 4,3, 2 y 1, empezamos a ir para atrás. (Mariano) Puerta, (Mariano) Zabaleta, Clarisa (Fernández) empezaron con Selectivos, Provinciales y Nacionales. Los que salieron de los torneos de Grado son los menos. Cambiamos el sistema y achicamos la base de la competencia, porque el que juega los Grado 1 sólo juega ese nivel; y los que juegan Grado 3 no los conocen ni en fotos. Al jugar los Selectivos se mezclaban con los buenos, veían a los número uno, los enfrentaban y aprendían. A veces se esforzaban para ser como ellos y ganarle”.
El filtro era tan estricto que Ernesto Martín recuerda que “en los Provinciales había una sola beca que tenía que ser revalidada ganando el torneo. Se veía cómo jugaban los número uno. Por el sistema de hoy, los chicos locales no competirían nunca contra los buenos juveniles del país”.
Para Gariotti, “se trabaja mal desde hace mucho tiempo. Es crítico lo que pasa con los más chiquitos. No hay tenistas de 10 o 12 años en cantidades. Prefiero 50 jugando bien y no dos excepcionales, porque esos 50 van a hacer que salgan 10 excepcionales”.
Lerda agrega: “Si hoy en los Grado 3 Sub 12 (el nivel más bajo de la escala competitiva de menores) tenés siete jugadores, es imposible tener jugadores. Hay buenos jugadores varones en 14 y en 16, pero ¿cuántos habría si llenásemos un cuadro de 32? Las de mujeres son una categoría extinguida”.
Los tiempos han cambiado. La base de competencia perdió cantidad y calidad. El costo de competir se ha incrementado a partir de un sistema inapropiado para esta realidad, y los profesores consumen textos y videos de avanzada, pero no han podido impedir que se corte la cadena. Ha llegado el momento de mirar hacia atrás y replantearse cómo estos profesores (varios más de los mencionados en esta nota), sin tantas herramientas, ni tecnología, pero con una enorme vocación, capacidad y compromiso, lograron generar las condiciones para que, con los años, una generación inolvidable de tenistas haya grabado a fuego alguna de las más grandes conquistas del tenis argentino.