El clásico vuelve a su cuna
“De nuevo estoy de vuelta, después de larga ausencia” cantaba “el Chango” Rodríguez en su Luna Cautiva, poniéndole poesía a un vacío que se hacía sentir en toda su dimensión. Sus acordes, destinados al padecimiento carcelario que le tocaba afrontar a raíz de un delito penal, parecen pintados para el Gigante de Alberdi y la proximidad del Belgrano y Talleres.
El clásico, que durante décadas fue atrapado por el Mario Kempes, recupera ahora la libertad del escenario en el que nació y donde generó la primera bronca. La misma cancha que lo albergó 150 veces, en un duelo de nunca acabar, lo tendrá “de vuelta” el domingo 15, después de 27 años de “larga ausencia”.
Es que el Gigante de Alberdi fue testigo de la primera porfía entre ambos, el 17 de mayo de 1914, en un paraje por entonces alejado del centro de esa urbe que, con 120 mil almas, empezaba a despedirse de su aspecto de gran aldea. En ese contexto, el potrero levantado en el flamante barrio Alberdi (hasta 1910 se lo conocía como La Toma), a escasos metros del río, empezaba a construir, sin saberlo, la rivalidad deportiva más enconada de la ciudad.
Lo que aquellos entusiastas jóvenes belgranenses del 1900 llamaban pomposamente “campo de deportes” no era otra cosa que un descampado más o menos parejo, con irregulares marcas de cal en su interior, y cercado por una cadena para evitar el ingreso de espectadores. La cancha, que tenía apenas un mes de vida, fue en realidad el escenario de alternativa, porque aquel primer clásico había sido programado para la semana anterior en la cancha del Club Escuela de Agronomía. El cambio de plan obedeció a que un par de día antes, las autoridades del establecimiento educativo dictaron una resolución elitista que sólo permitía la cesión de su field a clubes acordes a su nivel cultural: Universitario, Escuela de Comercio y Colegio Nacional de Monserrat.
El resultado del encuentro es por demás conocido. Belgrano ganó 1-0 gracias a un discutido gol de José Lascano y la “T” (todavía con su primogénita denominación de Central Córdoba) se retiró de la cancha en señal de protesta con el árbitro Nicolás Fortunato, aduciendo un fuera de lugar del autor de la conquista.
Lo que vino después, sólo alimentó el enfrentamiento entre los dos clubes más convocantes de la ciudad. La vieja cancha de la Liga, en el Parque Sarmiento, con tablones de madera, le arrebató las siguientes ediciones. Pero en 1929, el Gigante inauguró la primera tribuna de cemento de la ciudad y recuperó su protagonismo. Talleres no quiso ser menos y dos años más tarde, en 1931, presentó la Boutique para disfrutar del clásico en casa. En 1978, el Kempes entró en escena, acaparó casi todos los duelos y batió récords de concurrencia.
La iniciativa pirata por recuperar su identidad con el barrio que lo vio nacer le dio otra vuelta de tuerca a la historia. El clásico vuelve a su cuna.
LA CANCHA DE BELGRANO, DONDE SE JUGÓ EL PRIMER DERBI, VOLVERÁ A SER ESCENARIO DEL DUELO DESPUÉS DE 27 AÑOS.