Vencer los miedos pasados y enfrentar los futuros
En estos tiempos, los zapatos del adolescente que debe decidir su carrera universitaria no son muy cómodos. La humanidad está en un trance tecnológico que no arroja certezas de cómo será el futuro, a quién incluirá y haciendo qué.
Dos máximas se repiten como un mantra futurista: los robots (máquinas, computadoras, impresoras 3D, drones y todo ese rosario de artefactos tecnológicos que ya se asoman) reemplazarán a los trabajadores.
En 2055, casi la mitad de todo el trabajo que se realiza ahora podrá ser automatizado, dice un informe del Instituto Global McKinsey.
El segundo mantra ofrece más incertezas aún. Muchos de los niños de hoy van a trabajar en profesiones que aún no existen.
La consultora Scoop Consulting precisa que el 65 por ciento de los chicos que empezaron la escuela primaria este año dedicarán su carrera profesional a puestos de trabajo inexistentes en la actualidad.
¿Cómo enfrentar esos miedos del futuro? Seguramente, el primer paso sea vencer los miedos del pasado. También se resumen en mantras a modo de refranes: “Serás lo que debas ser y si no, serás abogado”, que parafrasea una cita de San Martín, o “m’hijo el dotor”, recordando el título de la obra teatral de Florencio Sánchez.
Son zapatos incómodos porque el futuro laboral se dibuja incierto, y al adolescente lo rodean los fantasmas del pasado: las presiones familiares por estudiar la carrera del padre o de la madre, la escasa oferta académica innovadora y los deficientes incentivos desde los gobiernos para orientar las decisiones vocacionales.
El combo es más preocupante si sumamos el ingrediente de una secundaria que, en parte, sigue mirando al pasado y parece que está más para contener que para enseñar.
En ese brumoso océano, los adolescentes deben fijar el rumbo y avanzar hacia su futuro profesional que también signará el destino de nuestro país y nuestra sociedad. ¿Quién quiere estar en sus zapatos?