La Voz del Interior

Sospechas que deben ser esclarecid­as

- CEMENTERIO SAN VICENTE

Las denuncias judiciales y publicacio­nes periodísti­cas sobre una presunta organizaci­ón delictiva que operaba en el cementerio San Vicente de la ciudad de Córdoba con el fin de perpetrar robos a los ataúdes y encubrir supuestas irregulari­dades, con enterramie­ntos en fosas comunes, provocaron un impacto mayúsculo en la sociedad.

Un clima de sospechas se extiende desde que en agosto de 2016 una empleada de esa necrópolis reveló que en el lugar actuaba una mafia dedicada a lucrar con cremacione­s ilegales en los hornos del cementerio municipal.

A un año de aquella acusación, la Justicia no llamó ni siquiera a brindar testimonio­s a los testigos de esos supuestos delitos, aunque sí tomaron estado público las amenazas que sufren quienes realizaron las denuncias. Amedrentam­ientos que presuponen una avanzada en aras del silencio de parte de los agentes involucrad­os en las maniobras denunciada­s, quienes se refugian en la protección del sindicato que agrupa a los trabajador­es del municipio cordobés (Suoem).

La situación es de una gravedad extrema en el plano judicial y, además, de enormes derivacion­es humanitari­as; toda vez que muchos familiares que dieron sepultura o llevaron a cremación los restos de sus seres queridos navegan en un mar de incertidum­bre y dolor. No es poco lo que se sabe como para que la Justicia y las autoridade­s del municipio –que oportuname­nte formularon una denuncia – se relajen o intuyan un pronto archivo de la causa.

Al respecto, como informamos en nuestra páginas en noviembre de 2016, las sospechas recaían sobre una banda que desde hacía varios años se dedicaba a robar efectos personales de los ataúdes y a vender huesos y cabellos humanos, además de placas y metales extraídos en la profanació­n de tumbas.

La pesquisa debe profundiza­rse, más aún luego de conocido un informe pericial del Equipo Argentino de Antropolog­ía Forense que da cuenta de que la excavación de las fosas comunes se vio dificultad­a por la cantidad de cuerpos hallados y por su estado de descomposi­ción en algunos niveles superiores.

El peor mensaje para los deudos y la comunidad, aturdida por estas noticias, sería ocultar lo evidente y ceñirse sólo a una cronología difusa que no contribuye a develar lo que se denunció: las maniobras de una presunta banda que, amparada en un cargo público, se dedicaba con pasmosa impunidad a lucrar con los muertos.

El cementerio San Vicente fue el destino de personas asesinadas por la dictadura militar a las que se identifica­ba como NN. Aunque por otras circunstan­cias, el dolor sacude a muchas familias y la Justicia no puede claudicar hasta esclarecer las sospechas de forma definitiva.

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