La Voz del Interior

El partido del año

- Daniel Guiñazú Especial desde Buenos Aires

Mañana, cerca de las 22.30, el país futbolero (y también el que no lo es) tendrá más claro el panorama. A esa hora, la selección argentina habrá terminado de jugar frente a Perú en la Bombonera por las eliminator­ias rumbo al Mundial de Rusia 2018. Y con el resultado puesto se podrá saber dónde y cómo quedó parado el equipo que capitanea Lionel Messi y que dirige Jorge Sampaoli.

Acaso pueda relajarse y gozar luego de un triunfo y una actuación más o menos convincent­e que despejen el paso hacia la Copa del Mundo. Pero quizá tenga que seguir mordiéndos­e los codos después de un empate (ni hablar de una derrota) que le daría un tono angustioso al partido del martes 10 contra Ecuador en Quito, el último de la competició­n preliminar.

Como en 1969, cuando Perú pisó fuerte en la misma Bombonera y excluyó a la Argentina del Mundial de México, y como en 1985, cuando los peruanos estuvieron a 10 minutos de eliminar a la selección de Diego Maradona y de Carlos Bilardo, que un año más tarde alzó la Copa del Mundo en el estadio Azteca, el partido de mañana tendrá consecuenc­ias que irán bastante más allá de lo que, efectivame­nte, suceda sobre el césped.

Sería un golpe inmenso a la autoestima nacional no ir al Mundial. Ni el país ni el fútbol son los mismos de 1969 y no da lo mismo clasificar­se que no hacerlo y ver la Copa por televisión.

La industria del fútbol, sí o sí, necesita estar el año que viene en Rusia. Mucho más una AFA cuyo principal activo es la selección.

En este contexto, la entidad que preside Claudio “Chiqui” Tapia, de ninguna manera, está en condicione­s de quedarse sin los dos millones de dólares de mínima que Fifa les pagará a cada uno de los 32 países intervinie­ntes, que pueden extenderse a casi 40 millones si la Argentina tiene la suerte de ganar su tercera Copa del Mundo (en 2014, por el subcampeon­ato se trajo de Brasil 25 millones).

Tampoco puede despreciar el refuerzo que abonarán por la clasificac­ión los siete auspiciant­es oficiales (Adidas, Coca Cola, Cervecería Quilmes, Claro, Tarjeta Naranja, Sancor Seguros e YPF) y otras siete firmas que son proveedora­s de los planteles albicelest­es (Aerolíneas Argentinas, Easy, Bon Aqua, Noblex, Powerade, Gillette y la asegurador­a de riesgos de trabajo Prevención).

Un fracaso futbolísti­co de la selección, entonces, puede llegar a vaciar, o por lo menos a complicar, las endebles finanzas de la AFA. Y también puede llegar a provocar un quiebre en la alianza política circunstan­cial que “Chiqui” Tapia y el presidente de Boca, Daniel Angelici, tejieron para llegar al poder mayor del fútbol.

En sus declaracio­nes de los últimos tiempos, Angelici se cortó solo: dejó claro que no fue idea de él, sino de “Chiqui”, mudar el partido del Monumental a la Bombonera y se apuró en afirmar a título personal que, haya clasificac­ión o eliminació­n, se le respetará a Sampaoli el acuerdo firmado hasta el Mundial de Qatar 2022.

Pero algunos dirigentes del ascenso y de los clubes del interior, que forman la base política de Tapia, no están dispuestos a sostener a Sampaoli en el peor de los casos. En el colmo del exitismo y el cortoplaci­smo, en voz todavía baja dicen que será imposible mantener en su cargo al entrenador santafesin­o si no consigue el objetivo de clasificar­se al Mundial. Aunque haya dirigido apenas cuatro partidos. Y le falten cuatro años largos de contrato.

Por eso, así como los jugadores arriesgan el sólido prestigio ganado en sus clubes y Sampaoli se juega, prematuram­ente, su continuida­d como DT de la selección en esta ventana final de las eliminator­ias, Tapia también se expone a que dos malos resultados le derrumben la estructura de poder que empezó a construir en vida de Julio Grondona con el inestimabl­e apoyo de su suegro, el líder camionero Hugo Moyano.

Esta vez, “Chiqui” jugó muy fuerte, casi a todo o nada. Fue él quien avaló, personalme­nte, el traslado del partido a la Bombonera y es él quien supone que el aliento ensordeced­or del público dirigido por la hinchada de Boca le dará al equipo la fortaleza anímica y el envión ganador que le ha venido faltando en esta tortuosa serie.

Si fuera así, si el martes Argentina se clasifica al Mundial o, al menos, llega al repechaje de noviembre ante Nueva Zelanda, Tapia saldrá fortalecid­o y respirará aliviado. Pero si Perú mañana da un gran golpe de escena en la Bombonera y, el martes, Ecuador aplica otra mano de nocaut en la altura de Quito, Tapia quedará muy golpeado.

Sabe que Angelici le pasará la factura, lo apuntará como el gran responsabl­e y se preparará para pescar en aguas revueltas.

Algunos creen que una hipotética eliminació­n del Mundial combinada con una nueva crisis política en la AFA componen un escenario ideal para que desde la Casa Rosada muevan las piezas con rapidez y se logre lo que tanto desea el presidente Mauricio Macri: hacer pie con su propia gente en el viejo edificio de la calle Viamonte y convertir a los clubes en sociedades anónimas.

En los próximos 180 minutos de fútbol, también se juega todo esto.

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(AP) Tapia y Sampaoli. El titular de la AFA y el DT, con todo en riesgo.

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