La Voz del Interior

Rusia2018, unacausana­cional

- Gustavo Farías gfarias@lavozdelin­terior.com.ar

Marca la agenda y el pulso de una ciudad. Para los argentinos, el Mundial es una referencia ineludible en el calendario, en un rito que se renueva cada cuatro años desde 1974.

¿Cómo sería un torneo sin Argentina? Cuesta imaginarlo, porque no sólo nos sentimos con derecho imprescrip­tible a jugarlo, sino que también ostentamos siempre la chapa de favorito a ganarlo.

La especulaci­ón del comportami­ento del ser nacional ante ese escenario entra en el terreno de la ficción.

¿Podría convertirs­e Rusia 2018 en un torneo más y sin mayor interés para el aficionado común? ¿Qué harían las cadenas televisiva­s para comerciali­zar los derechos de transmisió­n de un campeonato sin Lionel Messi ? Cualquier respuesta entra en el campo de la hipótesis, porque para buscar algún antecedent­e real, concreto, hay que remitirse a 1970, cuando nos quedamos fuera de la fiesta del fútbol después de la eliminació­n con Perú, en cancha de Boca... Otros tiempo, claro está.

México ’70 fue el Mundial de Pelé, su tercera coronación como rey del fútbol. El mundo habló de él y le rindió pleitesía junto a un equipo que, dicen quienes lo vieron, fue uno de los mejores de todos los tiempos. Pero en Argentina estaban en otra cosa. El torneo azteca ocupaba las páginas secundaria­s de los diarios y la televisión cordobesa, a través de Canal 12, emitió apenas 12 partidos, todos en diferido y en horarios de medianoche, salvo la final en que Brasil goleó 4-1 a Italia, que se adelantó para las 22.30.

El día de la final, 21 de junio, los semanarios porteños El Gráfico y Goles le dieron mayor despliegue al Campeonato Metropolit­ano, que ganó luego Independie­nte, que a la definición de la Jules Rimet, como se denominaba por entonces el máximo torneo de la Fifa.

Algo similar ocurrió en los diarios de la Docta (La Voz , Los Principios y Córdoba), cuyos títulos principale­s fueron para el empate

0-0 entre Talleres y Sportivo Belgrano y el 2-0 con el cual Belgrano venció al ascendente Las Palmas, revelación de la Liga Cordobesa.

Ese Mundial, junto a los de 1938,

1950 y 1954, en los que decidió no participar por distintas razones de política dirigencia­l de la AFA, fueron los únicos que no impactaron en la agenda de los argentinos. Porque hasta en 1930, cuando el torneo era todavía una suerte de ensayo, el imán de la pelota explotó con hinchas agolpados en las sedes de los diarios para leer las pizarras con el desarrollo de los partidos.

Y la cuestión no era sólo deportiva, sino que perfilaba el gran negocio que se venía. Casa Muñoz, por ejemplo, aprovechó la volada mediática para promociona­r su negocio con la organizaci­ón de un concurso cuyo premio fueron los pasajes en el vapor que cruzó el Río de la Plata para asistir al campeonato que se disputó en Montevideo y que finalizó con la victoria uruguaya sobre los nuestros por 4-2.

Aquella final perdida derivó en un ataque de hinchas argentinos al Consulado uruguayo de Buenos Aires y en un fuerte encontrona­zo entre los gobiernos de ambos países. El Mundial empezaba a ser una cuestión de Estado.

Los años solidifica­ron esa fiebre mundialist­a que en esta parte del planeta explota cada cuatro años y que esta vez, más que nunca, amaga con esquivarno­s.

Durante cada Copa del Mundo, sobre todo desde 1978, en cada triunfo de la selección argentina la gente se ha volcado a las calles para festejar ese instante de alegría que une a todos en una pasión nacional única. Identifica­dos todos con el celeste y blanco.

Aquí, la “inmunizaci­ón” no sirve. En Argentina todos esperan subir la temperatur­a con el Mundial y volar a Rusia con la cara pintada de ilusión. Como cada cuatro años, como lo será siempre.

EN LAS ELIMINATOR­IAS DEL MUNDIAL ’70, ARGENTINA SE QUEDÓ SIN CHANCES DE IR A LA COPA CONTRA PERÚ EN LA BOMBONERA.

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