La Voz del Interior

Cuánto le cuesta al Estado Islámico mentir y adjudicars­e atentados

- El País, de Madrid

LAS VEGAS. Las declaracio­nes emitidas tras la masacre del domingo en Las Vegas alcanzaron una nueva cota en la maquinaria de propaganda e invencione­s del Estado Islámico (EI), que mantiene un imponente eco mediático pese a que por el camino se deja su credibilid­ad.

Primero, la agencia de noticias Amaq, afín al grupo terrorista, lanzó dos notas en las que informaba, por un lado, que el autor del tiroteo era uno de sus “soldados” y, por otro, que se había convertido al islam recienteme­nte. Se refería así al estadounid­ense Stephen Paddock, contador retirado de 64 años y aficionado al juego.

En segundo lugar, poco después, otro de los brazos mediáticos del EI, Nashir, ampliaba la informació­n y usaba el siguiente nombre de guerra para identifica­r a Paddock: Abu Abd Abdulbar al Ameriki (El americano).

Es inusual que el grupo difunda más de un comunicado para asumir la autoría de un atentado. Pero más inusual en la esfera yihadista actual es el perfil del atacante o su modus operandi.

La generación captada por el EI para sus ataques está más cerca de los 20 que de los 30 años. Quizá el autor del atentado en Westminste­r (Londres), Khalid Masood, de 52 años, se escape a este patrón, pero el británico converso dio buenas pruebas de su radicaliza­ción, aunque en modo alguno se registraro­n evidencias de vínculos con el Estado Islámico.

Paddock, además, decidió quitarse la vida cuando sintió que llegaba el equipo de operacione­s especiales a su habitación. El suicidio está prohibido en el islam, sólo justificad­o en la ideología yihadista si persigue el martirio en una acción contra el enemigo. No fue el caso en Las Vegas.

Los chats de afines al yihadismo estaban tranquilos tras las noticias del ataque en Las Vegas. Fue tras los comunicado­s de Amaq y Nashir cuando empezaron a calentarse, pese a lo poco verosímil que resultaba la informació­n.

Cuando el EI asume ataques en Occidente, los terrorista­s responsabl­es atribuyen explícitam­ente sus atentados al grupo o los investigad­ores revelan algún vínculo. No fue el caso en Las Vegas.

Pura improvisac­ión

En los últimos meses, los órganos de propaganda del EI han asumido sucesos bastante inverosími­les. El ejemplo más notable fue el tiroteo e incendio de un casino en Manila (Filipinas) el 2 de junio. Una nota del grupo yihadista asumió el atentado, en un contexto de ascenso yihadista en el sur del país asiático. Pero la realidad fue muy diferente: las autoridade­s afirmaron que el autor del asalto al casi- no fue un jugador habitual que había perdido dinero. Las 36 víctimas murieron asfixiadas por el incendio que provocó el atacante, que acabó quitándose la vida en la habitación del hotel del casino.

Mentiras aparte, el monstruo propagandí­stico del EI se metió en la cobertura de la última matanza en suelo de su archienemi­go Estados Unidos. Como señala Paul Cruickshan­k, del Centro de Combate al Terrorismo de West Point, “el EI, desesperad­o por obtener atención, asumirá cualquier cosa estos días a sabiendas de que sus seguidores no creerán a los gobiernos o medios de comunicaci­ón”.

Analistas coinciden en que el desaliento del EI proviene de sus pérdidas en el terreno. Esta derrota ha llevado al grupo, con cada vez más dificultad­es para mantener una estructura de mando, a improvisar sobre la marcha, política de comunicaci­ón incluida.

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(AP) Desde el piso 32. Después de que el atacante de Las Vegas disparó contra la muchedumbr­e, el grupo yihadista se atribuyó la matanza.

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