La Voz del Interior

El centro del universo

- Jorge Londero Nostalgias cordobesas jlondero@lavozdelin­terior.com.ar

Cuando yo era chico, antes de que Galileo irrumpiera en mis manuales de estudio, la ciudad de Córdoba estaba en el centro del universo, nadie lo discutía.

En esa ciudad mediterrán­ea y tan bien llamada la Docta, en esa urbe que poseía los toques de fealdad justos como para ser la más linda por lejos, todos los personajes famosos eran cordobeses. Nativos o por adopción, podían marcharse de gira pero siempre volvían, al menos una vez al año, por lo general para festejar el Día de la Madre.

En esa Córdoba egocéntric­a, Tita Merello vivía en el hotel Waldorf porque todas las noches cantaba hasta tarde en El Chantecler, donde Don Abraham y sus amigos la colmaban de aplausos cuando interpreta­ba Se dice de mí o

¿Dónde hay un mango viejo Gómez?.

En esa Córdoba vertiginos­a, Carlos Reutemann hacía picaditas con Niki Lauda y Alan Jones en la ruta 20, desde el Banco del Interior y la Provincia de Buenos Aires hasta la entrada de IME.

En esa Córdoba infantil y divertida, el Capitán Piluso jugaba campeonato­s de yo-yo con Carlitos Balá mientras cantaban temas de Gaby, Fofo y Miliki, como La Gallina Turuleca o Mi barba tiene tres pelos. Por entonces, los chicos íbamos de paseo en un auto feo junto a Pipo Pescador, que procuraba obtener mojarritas en La Cañada con una botella de sidra agujereada rellena de trocitos de pan.

En esa Córdoba fantasiosa, casi todos los chicos de mi edad teníamos un elefante en el patio, igualito al Dailan Kifki de María Elena Walsh, que podía convivir en la misma cucha con un E.T. o jugar a las escondidas con los Gremlins.

En esa Córdoba espectacul­ar, los Titanes en el Ring peleaban jueves de por medio en el Sporting Club, donde Abbott y Costello divertían al público entre pelea y pelea para que el hombre de la barra de hielo pudiera pasar sin que los desubicado­s le invadan el pasillo principal.

En esa Córdoba misteriosa, Drácula y Frankenste­in compartían departamen­to en el complejo inglés de barrio Cofico, donde aprovechab­an los bailes de disfraces del ACV para ir de parranda sin que los reconozcan.

En esa Córdoba gastronómi­ca, el Gordo Porcel y Bergara Leumann hacían giras de rotiserías para gastarse todo el sueldo en pollos al spiedo, ensaladas rusas, queso de pata, lengua a la vinagreta y vitel toné.

En esa Córdoba paqueta, Mirtha Legrand se juntaba a tomar el té con la Reina de Inglaterra en Guccio, mientras nosotros jugábamos a la pelota con una Pulpo y no nos enterábamo­s de nada.

Recién caímos en cuenta de todo eso cuando, en cuarto grado, nos enteramos de que nuestra ciudad ya no era el centro del universo. No importaba, para esa época Córdoba ya estaba grabada en nuestros corazones y le perdonábam­os todo; en especial, la escasez de famosos.

EN ESA CIUDAD QUE TENÍA LOS TOQUES DE FEALDAD JUSTOS PARA SER LA MÁS LINDA, TODOS LOS FAMOSOS ERAN CORDOBESES.

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 ??  ?? Tita, de Córdoba. En la ilusión, estrella del mítico Chantecler.
Tita, de Córdoba. En la ilusión, estrella del mítico Chantecler.

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