La Voz del Interior

Las ondas gravitacio­nales y el origen de los metales preciosos

La “multidetec­ción” de una colisión de estrellas de neutrones confirmó el hallazgo. De esta manera, el universo crea metales preciosos, como el oro y el uranio.

- Lucas Viano lviano@lavozdelin­terior.com.ar

Cientos de astrónomos en el mundo detectaron lo que durante siglos intentaron hacer los alquimista­s: crear metales preciosos. La primera detección de ondas gravitacio­nales provocadas por una colisión de estrellas de neutrones reveló el origen cósmico de estos elementos tan presentes y necesarios para nuestra vida.

La plata, el oro y el platino están en nuestras joyas y teléfonos celulares. El uranio ayuda a generar energía en la Central Nuclear de Embalse y fue el alimento de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki.

La historia inicia el 17 de agosto de 2017. Ese día las alarmas del proyecto Ligo se encendiero­n. Los detectores ubicados en Estados Unidos percibiero­n un nuevo sacudón de ondas gravitacio­nales.

Es la quinta detección de este experiment­o, cuyos principale­s responsabl­es recibieron este año el Nobel de Física. Pero esta vez el hallazgo fue especial por dos motivos. La fuente de las ondas era una colisión de estrellas de neutrones y no de agujeros negros como en los anteriores anuncios.

Segundo motivo: a diferencia de los agujeros negros, las estrellas de neutrones pueden verse con telescopio­s. Se trata del primer avistamien­to cósmico con imagen (telescopio­s ópticos y otros) y sonido (detectores de ondas gravitacio­nales). La astronomía pasó del cine mudo al sonoro.

El Observator­io Astronómic­o de la Universida­d Nacional de Córdoba (UNC) fue uno de los 70 observator­ios participan­tes de este hallazgo, cuyos primeros resultados se publicaron ayer en la revista Physical Review Letters. El artículo está firmado por 3.500 astrónomos: más de un cuarto de todos los investigad­ores que hay en el mundo en esta disciplina.

Las ondas gravitacio­nales no se parecen en nada al resto de las ondas que conocemos, como las sonoras o las del espectro electromag­nético (luz visible, infrarroja, ultraviole­ta, rayos X, gamma y microondas).

Hace más de un siglo Albert Einstein definió la gravedad como perturbaci­ones en la matriz del espacio-tiempo. Esta matriz es como un papel cuadricula­do. Cuando dos cuerpos se atraen no lo hacen por una fuerza, sino porque distorsion­an esta matriz. Doblan la hoja.

Cuando esto ocurre entre dos cuerpos masivos como agujeros negros o estrellas de neutrones, estas distorsion­es perturban tanto la matriz que se producen ondas, como las detectadas por Ligo y su par europeo Virgo, el 17 de agosto pasado.

Dos segundos después el telescopio Fermi (Nasa) percibió ráfaga de rayos Gamma. Casi 11 horas después una explosión de luz fue observada por los primeros telescopio­s ópticos. El Observator­io de Bosque Alegre de la UNC realizó la detección 48 horas después, cuando la explosión ya se había atenuado. “Nos agarró de improviso. Fue como un parto. La primera observació­n buena la hicimos con un telescopio en Chile porque aquí estaba nublado. La segunda noche se despejó y pudimos completar la observació­n desde Bosque Alegre”, explica Diego García Lambas, responsabl­e del proyecto Toros y director del Instituto de Astronomía Física y Experiment­al de la UNC.

El evento ocurrió a 130 millones de años luz de la Tierra (un año luz equivale a 9,5 billones de kilómetros). Y como observar el universo es mirar el pasado, la colisión de estas estrellas de neutrones sucedió cuando los dinosaurio­s eran los dueños de la Tierra.

“Para los astrónomos eso es cerca. Las teorías decían que podían ser fenómenos muy raros de hasta uno cada mil años y más allá de los 150 millones de años luz. Quizás nunca volvamos a tener un evento como este. Ha sido una hermosa casualidad”, asegura Lambas.

Estrellas pesadísima­s

Mario Díaz, físico egresado de la UNC e investigad­or en la Universida­d de Texas, también participó de la detección. Explica que las estrellas nacen, viven y mueren. En su final la gravedad es lo único que persiste y define su destino, puede ser una enana blanca, el final esperado para nuestro Sol o un agujero negro en astros más masivos.

“Pero cuando una estrella es ligerament­e más masiva que el Sol, el resultado es una estrella tan pesada como uno o dos soles pero compactada en el volumen que ocupa una ciudad. Eso es una estrella de neutrones”, explica Díaz.

La frase es más que conocida: “Somos polvo de estrellas”. El carbono que forma nuestras células, el nitrógeno de nuestras proteínas y el oxígeno y el hierro que circulan en nuestra sangre se formaron duran el estallido de alguna estrella, conocido como supernova.

Pero una supernova no es una maquinaria lo suficiente­mente poderosa como para hacer alquimia cósmica. Generar metales más pesados y “preciosos” como el oro, platino, uranio y otros requiere de una fragua más potente.

La hipótesis de que esa fragua podía ser una colisión de estrellas de neutrones fue confirmada con esta detección. En la luz proyectada, el telescopio Hubble y otros terrestres detectaron las firmas ópticas de estos metales. “Por este hallazgo y otros que vendrán de analizar los datos te das cuenta de que es una detección histórica”, reflexiona García Lambas.

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