El solista resigna melancolía.
Tras dos discos de folk melancólico, en el reciente “Colors” Beck se muestra extrovertido y juguetón. Las nuevas canciones del californiano fueron producidas junto con Greg Kurstin y, a su modo, se alinean al legado de Phil Spector y Brian Wilson.
Después de Morning Phase (2014), Beck buscó dar un volantazo. Luego de haber publicado algo así como la segunda parte de su clásico e intimista Sea Change (2002), Hansen necesitaba recuperar decibeles y energía para sus shows en vivo. De hecho, esa terminó siendo una variable clave en el proceso creativo de su 13° álbum. Por un lado, él mismo confesó que decidió grabar algo pensando en sus futuras actuaciones. Por el otro, la dinámica de giras incidió directamente en cómo fue trabajado Colors: a lo largo de cuatro años y en varias sesiones.
Greg Kurstin (productor del último de Foo Fighters y el socio creativo de Adele en 25) es, sin dudas, el otro nombre clave detrás de Colors. Él y Beck se encargaron de grabar la mayoría de instrumentos y decidieron hacer foco en el pop como catálogo de posibilidades. En efecto, este es un trabajo más fácilmente digerible en la larga y aventurada carrera de Beck. Pero más allá de esta cualidad, son las canciones las que lo convierten en uno de los grandes lanzamientos de 2017.
No es que el espíritu camaleónico de Beck haya sido apagado. Por el contrario, las huellas de diferentes tradiciones quedan evidenciadas. La psicodelia de Dreams huele a Tame Impala y a MGMT. Dear Life y Fix Me tienen la esencia beatle que tan bien supieron asimilar Wilco o Super Furry Animals. Wow Bebe, del hip-hop millennial, renueva el contrato de Beck con un género que viene promoviendo involuntariamente desde hace 25 años. Up All Night es la canción que Justin Timberlake amaría poder cantar.
Durante 40 minutos, Beck juega aquí y allá manipulando sonidos, usando elementos inesperados y mostrando su versatilidad. Si su idea fue inyectar adrenalina en su repertorio, el objetivo está cumplido con creces. Seventh Heaven y Square One son, sin embargo, las mayores reliquias de esta colección de protohits. Simples y atrapantes, devuelven la confianza en el pop pensado y trabajado al detalle, siguiendo los pasos de leyendas como Brian Wilson o Phil Spector. En ambas, Beck se codea (a su modo) con el imaginario Disney y algún meme de Chris Martin aparece en el horizonte. ¿Algún problema con las canciones que erizan la piel y dan ganas de bailar sin parar?