La Voz del Interior

Los Rosso, padre e hijo unidos por una pasión

Víctor y Juan Ángel protagoniz­an una historia en la que el automovili­smo es la base de la vida de ambos.

- Rafael Cerezo rcerezo@lavozdelin­terior.com.ar

“Lo que se hereda no se hurta”, dice el dicho y se aplica a la perfección a la historia de la familia Rosso, oriunda de Marcos Juárez. Heri “Kikki” Rosso fue un enamorado de las carreras y los domingos, antes de la llegada de la TV, la radio era el vínculo con las competenci­as de autos y los circuitos. De allí nació la pasión de su hijo Víctor Rubén (57), a quien su padre alentó para que corriera como lo había hecho él en la década del ‘50 junto a su hermano Aldo.

El karting a bolillero, los autitos scalextric, las motos y el karting de potencia fueron los primeros pasos de “Vichin”, apodo que Víctor heredó de su madre antes de lograr en 1980 el primer título como campeón de la Fórmula Renault Argentina. Por entonces ya conocía a su vecino Leonardo Monti, con quien luego comenzó una unión deportiva que se prolongó hasta la muerte reciente del ingeniero y que aún hoy los acompaña con su firma estampada en los autos de competició­n del equipo Fela de STC2000, que regentea Víctor. Junto a “Leo”, Rosso se fue a correr a Inglaterra muy joven y se tuteó entre otros con Ayrton Senna, Michael Schumacher y Rubens Barrichell­o.

Casado muy joven, fue padre de Antonella (32), Víctor (26), Juan Ángel (24) y Mariano (21). Víctor, quien tuvo una vida agitada entre las carreras y dejó de competir a los 32 años, no quería que sus hijos corrieran. Pero el “diablo” metió la cola y personific­ado en Néstor Girolami (P) lo invitó un día a Juan Ángel a correr en un karting de tierra en Isla Verde y ya “el Colo” no pudo se despegar de la misma pasión que transformó la vida de su padre, Víctor Rubén.

Una vida, dos pasiones

Juan Ángel nació prácticame­nte en un taller y fue creciendo entre fierros y proyectos de su padre, que encontró en el armado y la dirección de equipos de carrera una pasión mayor que la que le generaba sentarse al volante.

Hoy, el taller de Villa Carlos Paz es el reducto donde los sueños de ambos viven el día a día. “Mi vida no tuvo otra cosa que no sea automovili­smo”, arrancó Víctor. “Era el único varón entre cuatro hermanos y por ello mi padre me inculcó el mundo de las carreras y me acompañó en los primeros y difíciles años de correr, tanto en Argentina como en Inglaterra después. Nunca me lo dijo, pero luego supe que fue un golpe para él que yo dejara de competir a los 32 años, cansado de batallar para conseguir apoyo para”, confesó.

“Cuándo dejé de correr, Gustavo y Darío Ramonda, Jorge Recalde, Pablo Peón, Luis Soppelsa y yo armamos el ProRacing de TC2000, que fue la base para los múltiples emprendimi­entos que vinieron después”, repasó “Vichin” y contó sobre su hijo: “Juan Ángel nació en el ‘93 y desde el primer momento se metió en el mundo de los fierros,ypeseaquey­onoqueríaq­ue corriera, lo hizo y comenzó su propia carrera que hoy lo tiene inmerso en el STC2000 (fue segundo en los 200 kms de Buenos Aires con Sebastián Peluso y hace pocos días fue segundo también en las 100 millas de TC2000, junto a Martín Chialvo en el Cabalén).

“Es muy difícil como padre abstraerse de verlo correr. Nunca lo saludo en la grilla para no desconcent­rarlo y siempre estoy con los autos de los demás pilotos del equipo y nunca con el suyo. Lo dejo que haga su vida para sacarle presión y porque sabe cómo pienso yo de la mayoría de los pilotos y del automovili­smo en general. ‘El Colo’ va paso por paso, se toma su tiempo y va creciendo sólidament­e en este mundo tan particular”, valoró.

Y así como Juan Ángel se hizo un lugar en el automovili­smo, también pidió pista en la nota. “Desde chico quise correr. Arranqué a los 18 (2012) en los autos de Fórmula antes de dar el paso hacia Inglaterra, guiado por mi papá, que quería que además del idioma aprendiera los códigos que se manejan en el automovili­smo internacio­nal y conociera rápido todo lo que no pude hacer en el país”, contó.

Además de correr, “el Colo” trabajó en el equipo Radical como mecánico y aprendió “mucho”. Entre otras cosas, “lo importante que es cuándo tenés un buen auto y lo difícil que es correr sin un buen medio mecánico”.

“Hoy mi vida transcurre entre el taller y el gimnasio. Por la mañana hago tareas administra­tivas, compro repuestos, estoy en el taller con mi auto buscando mejorarlo y con el mantenimie­nto del camión batea; luego almuerzo y por la tarde, el gimnasio. Si algo me dejó Inglaterra, es que tenés que ser profesiona­l y trato de aplicarlo a rajatabla. Soy consciente de que me falta experienci­a, pero voy paso a paso y trato de avanzar en un mundo muy individual”, finalizó Juan Ángel.

Padre e hijo hoy buscan el apoyo de Ford para ser oficiales en STC2000, tienen una reunión decisiva en noviembre y de allí surgirá si siguen compitiend­o.

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(LA VOZ) Vida compartida. Juan Ángel Rosso y su papá, Víctor Rubén, conjugan familia, trabajo y pasión.

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