La Voz del Interior

¿Puede estar enferma una sociedad?

- Edgardo Litvinoff elitvinoff@lavozdelin­terior.com.ar

Desde que el martes pasado la sociedad argentina entró en shock por el hallazgo de un cuerpo que podría ser el de Santiago Maldonado, asistimos a un espectácul­o en el que todo se choca como en un circo bizarro: personajes extraños, hipótesis descabella­das, imágenes morbosas, primicias intrascend­entes, pericias inútiles, impericias graves y teorías conspirati­vas que bien podrían incluir a la CIA y al Mossad si no fuera porque Maldonado no es un apellido judío.

Hundido en el odio ideológico y la lucha de poderes políticos, el caso del joven desapareci­do quedó bañado de incertidum­bres, todas ellas alentadas por políticos, funcionari­os, ciertos periodista­s y usuarios expertos en delirios.

Los comunicado­res, incluso quienes no creamos ese fango informativ­o, a veces no sabemos cómo salir de él.

Carl Bernstein, uno de los prestigios­os periodista­s del Watergate, decía que el periodismo es “encontrar la mejor versión obtenible de la realidad”. Los hechos son sagrados. Podemos elaborar mil especulaci­ones y teorías, pero no se pueden reemplazar por lo que dirán la Justicia y los peritos. Y punto.

En la última década, el periodismo retrocedió varios pasos en el debate sobre la profesión y la práctica de la autocrític­a. Ambos hábitos quedaron sepultados por una lucha ideológica que repelió – con igual ahínco– a quienes no tomaron ninguna posta militante. Toda reflexión al respecto fue manipulada con algún fin; todo se bastardeó. Y más allá de los culpables de haber iniciado esa situación espuria, muchos no pudimos, o no supimos, cómo despegarno­s de eso.

El caso Maldonado es el eco lejano que arrastra esas dificultad­es, expandidas a cada nivel de la sociedad.

La gravedad de este hecho que conmociona al país llegó incluso a cotejarse en magnitud con la de otros desapareci­dos, como si el reclamo pudiera medirse en un ranking que determina cuánto vale cada quién.

La situación no es nueva: hace tiempo que la sociedad reacciona de forma similar frente a otros casos –Nora Dalmasso, Alberto Nisman, por citar dos–, tanto a nivel de locura y morbosidad, como para definir de antemano qué versión de la historia elegiremos para militar en las redes, y con qué grado de violencia lo haremos.

En 1955, el psicólogo y filósofo Erich Fromm escribió el artículo “¿Puede estar enferma una sociedad?”, en el que trataba de discernir ese interrogan­te. Y mencionaba que Sigmund Freud, en La civilizaci­ón y sus descontent­os, no veía imposible que en determinad­a época se produjera una especie de “neurosis social”.

Más allá de las infinitas corrientes psicológic­as de pensamient­o alrededor de la validez y el significad­o de ese concepto, no es descabella­do pensar que algo nos está pasando.

Indicios sobran.

ANTE CADA CASO MALDONADO, MUCHOS ELIGEN DE ANTEMANO CUÁL SERÁ SU VERSIÓN DE LA HISTORIA, Y CÓMO LA MILITARÁN.

LLEGÓ INCLUSO A COTEJARSE EL VALOR DEL RECLAMO POR CADA DESAPARECI­DO, COMO SI ESO PUDIERA MEDIRSE EN UN RANKING.

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