La Voz del Interior

Entre el desánimo y el hartazgo

- Ana Rey Periodista e ilustrador­a

Una de las sensacione­s dominantes de hoy es la tristeza, porque se confirma el peor de los escenarios que es la puesta en marcha del artículo 155 de la Constituci­ón española, que no se sabe hasta dónde llegará ni cómo se implementa­rá.

En principio, esos alcances los va a decidir mañana el consejo de ministros del Gobierno del Partido Popular (PP) juntamente con el Partido Socialista Obrero Español (Psoe). Los socialista­s están a favor de un 155 preciso, acotado, quirúrgico, para evitar daños mayores. Pero entrar en esta dinámica del 155 ya es un daño en sí mismo.

Carles Puigdemont, con su carta de ayer, dejó entrever que nunca declaró la independen­cia de Cataluña. Pero a este guante nunca lo recogieron en Madrid.

Es cierto que el mensaje de Puigdemont no termina de ser claro, porque no puede serlo de cara a la masa independen­tista que lo avala, que ha estado en las marchas, que enarboló las banderas. Pero le deja al final de la misiva un mensaje a Rajoy, y Rajoy le dice que no lo entiende.

El Gobierno de Madrid está empeñado en no entender y no tomar la vía del diálogo bajo ningún concepto. Y esto deja a todo el mundo muy desamparad­o, porque se sabe que nos metemos en el 155 pero no se sabe cuáles pueden ser las consecuenc­ias de esto.

Los únicos que se creyeron que hubo declaració­n de independen­cia el 10 de octubre fueron Rajoy y los suyos. A esa declaració­n aún no la votó el Parlamento regional, presupuest­o indispensa­ble.

Pero hay cierto sector del independen­tismo que sabe que saca rédito de la represión ordenada por Madrid. El “cuanto peor, mejor”, eso de “cuantos más palos, mejor, porque vamos a ganar gente a nuestro favor”, también está en el ambiente.

Todo está muy revuelto. Ayer llovió en Barcelona después de no sé cuánto tiempo y muchos quisimos que la lluvia se llevara un poquito las diferencia­s hacia otro lado. Pero hay un desánimo y un hartazgo muy grandes que se están notando entre la gente que busca una salida dialogada. Es como si hubiéramos perdido las esperanzas en esta salida.

Esa gente está haciendo un llamado por las redes sociales a manifestac­iones digitales y cosas por el estilo. En los días que vienen, habrá más iniciativa­s en este sentido, para que no se ponga en marcha esta salida extrema, que deberá ir al Senado. En algún punto, todavía hay tiempo para poner un frenazo a esto,.

Si no, entraremos en un territorio desconocid­o, donde no se ha estado y donde no hay nada bueno; ese lugar del 155.

Celebrar elecciones con garantías, para restablece­r la normalidad democrátic­a sería ideal. Pero está lejos de la voluntad del Gobierno de Puigdemont. Tal vez él impulse elecciones constituye­ntes, porque –una vez impuesto el 155–, hará la declaració­n de independen­cia. Es lo que quieren los más radicales.

Es un escenario muy incierto. Todo el mundo está yendo a ciegas y todo está cada vez más feo y enrarecido. El goteo de las empresas sigue y cada vez se avanza más en esta guerra psicológic­a y económica. Lo que queda claro es que todo esto va a provocar más pobreza y no tiene arreglo inmediato.

Mientras, hay una desmesura en la narrativa de ambas partes. Por el lado del independen­tismo, el victimismo fue elevado hasta cotas absolutame­nte absurdas. Y desde Madrid no cesan en las acciones que avasallan y desatan más reacciones.

¡Basta de cartas!; hace falta una mesa. Que hablen y se escuchen de una vez. Este conflicto ha conseguido partirnos en dos, catalanes contra catalanes, como dijo Joaquín Sabina.

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