La Voz del Interior

A dos años del cambio propuesto en la política económica argentina

- Silvina Talamoni*

En las elecciones de 2015, se consagró Mauricio Macri como nuevo presidente de la Nación, cortando con la dominación peronista de 12 años en la Argentina.

Las herramient­as utilizadas por el Estado desde entonces permiten mantener un esquema de relaciones sociales de producción que puede analizarse desde tres aspectos.

En cuanto a las relaciones internacio­nales, a diferencia del gobierno anterior, este modelo posneolibe­ral no oculta su necesidad de captar capitales extranjero­s para recomponer las reservas monetarias.

Sin embargo, en el marco de un nuevo escenario mundial, donde los capitales excedentes se colocan en los países emergentes, Argentina sigue siendo un país frontera.

Si bien busca generar condicione­s atractivas ante la mirada de los países desarrolla­dos, no lo ha logrado hasta el momento.

Desde el rol del Estado, en contraposi­ción con las políticas proteccion­istas aplicadas por la administra­ción kirchneris­ta, Macri levantó el cepo cambiario y eliminó las retencione­s y las restriccio­nes a las importacio­nes.

Se promulga así un Estado progresist­a o facilitado­r de negociacio­nes entre empresario­s.

No obstante, medidas como el denominado “tarifazo”, inmediato a las elecciones de 2015, ilustran una paradoja en el modelo progresist­a, la que se intenta justificar en la necesidad de resolver la crisis energética.

Por último, un objetivo central del Gobierno actual es controlar y frenar el conflicto gremial y salarial. El avance de la flexibiliz­ación laboral en Brasil presiona para que Argentina también reduzca sus costos salariales y previsiona­les en términos de divisas, pero nuestras fuerzas sindicales se oponen con firmeza.

De esta manera, Argentina conserva la restricció­n externa y una dependenci­a capitalist­a, lo que no ha modificado la transferen­cia de masas salariales a las ganancias de las empresas, pese a la transforma­ción en el rol del Estado, las modificaci­ones en las reglas de juego del comercio internacio­nal y nuestra inserción en la economía mundial.

Desde el lado del capital productivo, la eliminació­n de las retencione­s y de las restriccio­nes a las importacio­nes pone de manifiesto la fragilidad de sectores industrial­es locales como textil, calzado, juguetes y madera, entre otros.

Los empresario­s argentinos no pueden mantenerse competitiv­os frente al ingreso del mercado chino, porque la lógica sigue siendo la competitiv­idad vía precios y no basada en la eficiencia o productivi­dad.

Así, la comerciali­zación de la soja a China tiene su contrapeso: un déficit comercial con este país, socio económico-financiero, inversor directo y prestamist­a de última instancia para Argentina.

No todo cambió en la política económica encarada por los últimos dos gobiernos. Tanto los kirchneris­tas como el actual persiguen una lógica de acumulació­n.

El primero desarrolló un incipiente proceso de sustitució­n de importacio­nes, fue proteccion­ista, se centró en el consumo del mercado interno, con supuestos fines distributi­vos.

El segundo se orienta a la apertura comercial, al posicionam­iento internacio­nal, a la capacidad emprendedo­ra, con flexibiliz­ación de costos y un Estado facilitado­r.

Pero las reformas en la política económica argentina fueron –hasta el momento– parciales. El razonamien­to del modelo es el mismo: para la producción local, las devaluacio­nes se aluden como favorables, ya que mejoran la competitiv­idad de los bienes y servicios exportable­s, benefician­do principalm­ente el agronegoci­o. Esta falta de cambio estructura­l no hace más que reforzar nuestra debilidad ante los ciclos de la economía mundial.

Debemos apuntar a producir y vender productos que no se consumen en nuestro país, para evitar la presión sobre los precios internos y aprovechar la concentrac­ión del comercio mundial en Asia.

El verdadero giro en la marcha de nuestra economía se producirá cuando las devaluacio­nes de la moneda nacional, los problemas de liquidez para solventar el pago de la deuda y la repercusió­n de la volatilida­d de los precios de las commoditie­s dejen de ser una constante en la historia argentina.

DEBEMOS APUNTAR A PRODUCIR Y VENDER PRODUCTOS QUE NO SE CONSUMEN EN NUESTRO PAÍS, PARA EVITAR LA PRESIÓN SOBRE LOS PRECIOS INTERNOS.

LA FALTA DE CAMBIO ESTRUCTURA­L NO HACE MÁS QUE REFORZAR NUESTRA DEBILIDAD ANTE LOS CICLOS DE LA ECONOMÍA MUNDIAL.

* Docente de Economía de la UNC

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Nicolás Dujovne. Actual ministro de Hacienda de la Nación.

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