Momentos que nos exigen una postura
estudiado en sus aulas, vivido sus fiestas y hasta bailé jotas y sardanas en pueblos hermosos, con nombres impronunciables.
Aquí estaba el 17 de agosto, cuando una furgoneta atravesó Las Ramblas y dejó quieta, silenciosa y triste a una de las ciudades más vibrantes.
Y aquí estaba al día siguiente, cuando el coraje se abrió paso en un abrir y cerrar de ojos, y salimos todos a llenar las calles de solidaridad y flores.
Estuve aquí el 1º de octubre pasado, a la puerta de la escuela de mi barrio, aplaudiendo a ancianos que lloraban al salir de votar. Acompañando jóvenes (muy jóvenes) que lloraban también, sentados en la calle, intentando que la Policía Nacional no llegara a cerrar las puertas, a robar las urnas.
Aquí estaba hoy, entre impávida y eufórica, cuando el Parlament declaró la independencia por una mayoría apabullante.
Y aquí estaré cuando el 155 comience a hacerse sentir en las calles.
Siempre, siempre hay matices. Los extremos, lo sabemos bien, son peligrosos. Pero existen coyunturas, momentos en la historia que nos exigen una postura clara, y yo tengo la mía.
Será duro lo que viene, es incierto el futuro; pero así son las luchas, las conquistas de derechos y libertades: después de siglos de defender su tierra, su identidad, su idioma, los catalanes han dado un paso clave, aunque quizá aún no definitivo. Y yo, ahora más que nunca, seguiré aquí, apoyando esta lucha.