Cordobeses advierten sobre los riesgos de adoptar en Ucrania
Les ocultaron datos de salud de los niños. Y hallaron numerosas barreras burocráticas.
Más de 20 parejas argentinas adoptaron o están en proceso de adoptar niños ucranianos. Entre ellas, cinco cordobesas que acaban de regresar de Ucrania. Advierten de que se trata de una experiencia difícil y riesgosa, en la que incluso les ocultaron datos sobre la salud de los niños. Y no todos lograron el objetivo.
El deseo de tener un hijo es una fuerza tan poderosa que en el último año llevó a cerca de dos decenas de parejas argentinas, muchas de ellas cordobesas, al otro lado del mundo: Ucrania.
Son más de 13 mil kilómetros y un abismo cultural en el medio, con el idioma ucraniano como barrera infranqueable, que todos ellos estuvieron dispuestos a cruzar luego de asumir que en Argentina nunca lograrían la adopción que buscaban.
En este momento, hay otros matrimonios recorriendo orfanatos del inhóspito interior de Ucrania en busca de esos niños con los que sueñan desde hace años –algunos planean volver con varios hermanitos– y de concretar la adopción internacional. Otros se están volviendo con niños cuyos pasaportes tienen ya nuevos nombres y los apellidos que ellos les dieron como
padres adoptivos.
Algunos más están listos para partir: hace dos o tres meses completaron todos los trámites, presentaron “la carpeta” y saben que algún llamado telefónico provendrá de Kiev los citará para que se presenten en 72 horas. Así iniciaron todos el periplo ucraniano.
Todos, además, lo hicieron luego de conocer la historia de Fernando y Maru Bonalumi, los primeros argentinos en concretar una adopción en Ucrania, al menos en los últimos años. Ellos en un mes y medio fueron y volvieron con Sofía, una niña preciosa que crece en Cruz Alta, en el sudeste de Córdoba. Luego tuvo una experiencia similar la familia Carrizo, de Río Tercero, que adoptó a Tomás.
Pero las historias de muchos de quienes viajaron este año siguiendo sus pasos son diversas, pues se encontraron con una realidad que dista mucho de esos primeros casos.
Cinco de esas parejas advierten de que se trata de una experiencia muy dura y, por momentos, desgarradora.
Aún quienes lograron concretar la adopción y están, por fin, disfrutando de la paternidad de vuelta en Córdoba consideran que debieron atravesar episodios traumáticos, que en ocasiones fueron sometidos a una manipulación dolorosa y varios sienten que les ocultaron información clave sobre la salud de los chicos. Algunos, además, no pudieron completar aún datos sobre la historia clínica de sus hijos.
Nada de todo esto estaba en sus planes antes de viajar y quieren prevenir a quienes lo están programando: “Adoptar en Ucrania es posible, pero es algo riesgoso, que implica cruzar medio mundo sin saber qué vas a encontrar, y que no se parece en nada a la novela rosa que promocionan algunos gestores en sus páginas web”. Ese es el mensaje principal de todos ellos.
De regreso
Quienes se pusieron en contacto con este diario son Federico y Silvina del Val, cordobeses que tras tres meses en Ucrania volvieron con Alexis; Lautaro y Mariana Quintero, de Capilla del Monte, que también pasaron unos 90 días angustiantes hasta que lograron adoptar a los hermanitos Julia y Leo; Pablo y Karen Feighelstein, de Río Tercero, que amaron a Victoria desde el momento en que la vieron, pero vivieron situaciones que consideran irregulares y rayanas a lo delictivo hasta que lograron la adopción y el regreso; y Elena y José Tarditti, que adoptaron a Santiago, luego de visitarlo cuatro horas por día durante meses en un internado de los montes Cárpatos.
También relató su experiencia la médica cordobesa Mónica Bonin, quien en compañía de su esposo, de su hijo discapacitado y de su madre vivió los mismos episodios que todos los demás, pero no logró concretar la adopción de los hermani- tos que fue a buscar para completar su familia. “Volvimos con una tristeza enorme y con sensación de que todo el tiempo nos ocultaron información sobre los chicos que nos ofrecían”, indicó. Fue la primera que mencionó las consecuencias del alcoholismo fetal que sufren muchos de los chicos en adopción.
Todos viajaron por dos meses, y nadie volvió antes de los 90 días. Un matrimonio pasó cinco meses y medio, por los sistemáticos problemas burocráticos e incumplimientos. Esa es una complicación común a todos. También compartieron el mismo gestor-traductorfacilitador.
La otra vivencia común es que fueron en busca de “niños sanos o con patologías reversibles” y se encontraron con una mayoría de carpetas de chicos con discapacidades severas. Varios de ellos relatan que, pese a la evidencia, la traducción les transmitía que eran niños sanos, que con buena atención estarían bien. Ese hecho los puso a todos en alerta.
Los testimonios y las vivencias varían mucho en función de la ciudad y del orfanato a los que los derivaron tras la entrevista inicial en Kiev: algunos encontraron a sus niños en internados escolares, otros debieron adentrarse en residencias psiquiátricas y realidades mucho más crudas.
Todos se embarcaron en esa aventura en busca de los hijos adoptivos que Argentina les negó, a ellos y a miles de personas.
ADOPTAR EN UCRANIA ES POSIBLE Y GRACIAS A ESO HOY TENGO DOS HIJOS. PERO HAY UNA INFINIDAD DE RECAUDOS QUE HAY QUE TOMAR. Lautaro Quintero, padre adoptivo
ADOPTAR SIEMPRE ES DIFÍCIL. HACERLO CON DESARRAIGO, SIN ENTENDER UNA PALABRA Y CON ENGAÑO, ES TREMENDO. Pablo Feighelstein, padre adoptivo
LA EXPERIENCIA FUE DOLOROSA. FUERON CINCO MESES Y MEDIO DE TOTAL INCERTIDUMBRE. HOY TODO ESO TIENE SENTIDO POR SANTIAGO, PERO NO VOLVERÍA. Elena Tarulli, madre adoptiva