Normalidad.
En las calles de Barcelona, todo siguió como si nada. Fue un sábado más con las plazas y las calles llenas de gente, sin marchas. Con diferentes enfoques, los ciudadanos manifestaron su inquietud por lo que ocurrirá en los próximos días y después de las
En las calles de Barcelona todo sigue su ritmo cotidiano, un día después de la independencia trunca.
BARCELONA. Normalidad cotidiana e incertidumbre, mucha incertidumbre.
Así amaneció Barcelona un día después de que el Parlamento de Cataluña aprobó la creación de una república independiente y el Gobierno español destituyó al Ejecutivo de la región y convocó elecciones autonómicas para el 21 de diciembre.
“Hoy me levanté bien, contento, aunque con sensaciones encontradas: la alegría es contenida porque todo es muy incierto y no sé que va a pasar”, señaló Joan, un ingeniero informático de 43 años.
En el mediodía barcelonés, en el barrio de Gracia, Joan seguía su rutina de cada sábado: hacer las compras con su bebé cargado al pecho y acercarse al kiosco para recoger el diario catalán Ara.
“Hoy es todo normal, pero la verdad es que no sabemos qué va a pasar, quién va a controlar el territorio”, prosiguió Joan, con muchas dudas, pero convencido de que el pueblo catalán opondrá resistencia pasiva a las decisiones del Ejecutivo de Madrid.
A su alrededor, los abuelos conversaban sentados en los bancos de las plazas como siempre. En los bares servían cafés, cervezas y vermús como cada sábado y algunos turistas se paseaban ajenos a los acontecimientos sociopolíticos.
Las zonas de juego estaban llenas de niños vigilados por sus padres, y la Ciutadella, el parque que acoge el Parlamento de Cataluña –donde el viernes se votó seguir adelante con el proceso independentista–, había sido devuelto a los ciudadanos para su disfrute.
En la víspera, la Policía catalana lo había cerrado al público para garantizar la seguridad de los parlamentarios.
“Yo intento vivir ajena a todo esto, pero estoy harta, angustiada y con una sensación rarísima porque ayer, cuando se proclamó la república, pensé que al menos se había decidido algo, pero la decisión de Rajoy volvió a abrirlo todo”, dijo Mari Pili, empresaria hotelera de 40 años.
Estresada y “triste por la fractura social que han provocado en esta ciudad que era cosmopolita”, llevaba a su hija a un cumpleaños. “La República no la tenemos. Lo que se hizo ayer fue simbólico y creo que las elecciones del 21 de diciembre es lo mejor que se puede hacer”, añadió.
“Sería inocente e ilusorio pensar que ya vivimos en la república catalana”, coincidió Xavier Farré, un exempleado de banco de 69 años, que cargaba bolsas de las compras y lucía un lazo amarillo “para pedir la liberación de los presos políticos catalanes”.
En el Arco de Triunfo, escenario habitual de congregaciones soberanistas, proseguía la Feria de vinos y cavas de Cataluña. La concurrencia estaba animada. Los visitantes compraban sus tickets para degustar vinos y cavas, charlaban animadamente y bebían como cualquier otro día.
Llamaba la atención la presencia de una furgoneta de la Policía catalana, con varios agentes, uno de ellos con metralleta a la vista.