Las conmociones de la historia
Ni las victorias ni las derrotas son definitivas. Lo dijo el inmenso portugués José Saramago para advertir sobre la futilidad de las sensaciones de eternidad en la que estamos inmersos, así como sobre la necesidad de prudencia tanto a la hora de la euforia como de la desesperanza.
Los que cargamos décadas en la mirada a veces sentimos que hemos habitado mundos inmediatos tan diferentes que cuesta creer que quepan en una sola experiencia.
Hay generaciones que nunca consiguen ver las orillas de su tiempo, ni hacia adelante ni hacia atrás, y pasan por la vida con una noción confusa de lo permanente en las cosas de la historia.
Dentro de unos días, el 7 de noviembre, se cumplirán 100 años de la Revolución de Octubre (por haber sucedido en el octubre del calendario juliano, en vigencia entonces en Rusia). Aunque desde el balcón de otro tiempo y con otras referencias se pretenda plantearla de otros modos, la palabra revolución se aplica aquí con una intensidad y trascendencia como pocas veces se ha visto en el repaso de los sacudones de la humanidad.
En un siglo 20 atravesado por tremendas conmociones, como las dos guerras que pusieron, sobre todo, a Europa en llamas y de las que amanecería Estados Unidos como el coloso del Occidente capitalista, el movimiento bolchevique que instauró un orden comunista se alzó como el otro gran referente del mundo posible.
Consolidada la expansión de su poder político y guerrero después de la segunda gran guerra –feroz Stalin de por medio–, fue el otro protagonista de la Guerra Fría, conflicto al que parecían subordinarse todos los otros conflictos del globo, o al menos eso era lo que interesaba decir.
La Unión Soviética fue el fantasma que estremecía las pesadillas del capitalismo occidental, y es posible que muchas de las conquistas para los sectores del trabajo, como el concepto del bienestar social europeo, hayan sido posibles a la sombra del riesgo de la revolución total.
El mundo soviético no sobrevivió al siglo 20. Más allá del reordenamiento que trajo la caída del muro de Berlín, en 1989, en la estela del gran episodio de octubre quedaron atrapados los suspiros existenciales de millones de seres a los que la historia situó en medio de ríos torrentosos sin acercarlos a la orilla.
El centenario de la gran Revolución hoy es una inquietud de efemérides, pero cuando el ayer se vuelve un asunto lejano, vale recordar que en todas las conmociones de la historia hubo hombres y mujeres que entregaron su turno de vivir a la voracidad del presente.