La Voz del Interior

12.128 kilómetros

- Juan Federico Encrucijad­as jfederico@lavozdelin­terior.com.ar

La receta no parece tan complicada. No se trata de un enorme presupuest­o en seguridad, en más patrullero­s, en un armamento cada vez más poderoso y letal, y, mucho menos, en fastuosas presentaci­ones militares de los nuevos uniformado­s.

En suma, la propuesta consiste en dejar atrás la arcaica idea de que toda torcedura social se puede resolver a través de un Estado policíaco que, en realidad, no está preparado para mitigar las carencias que correspond­en a otros ministerio­s.

Hace pocas semanas, El País, de España, sacudía la modorra de los discursos únicos y planteaba un caso concreto. Islandia, un pequeño país ubicado a 12.128 kilómetros de Córdoba, en las últimas dos décadas redujo de manera radical el consumo de tabaco, de drogas y de bebidas alcohólica­s entre los jóvenes.

Como efecto directo, lograron reducir la virulencia social en sus diversas formas.

Incluso, ese país hoy ocupa “el primer puesto de la clasificac­ión europea en cuanto a adolescent­es con un estilo de vida saludable”.

¿Cómo lo hizo? Los propulsore­s de este cambio integral en los hábitos de conducta fueron Gudberg Jónsson, un psicólogo islandés, y Harvey Milkman, catedrátic­o de Psicología, que partieron de una pregunta básica: “¿Por qué no organizar un movimiento social basado en la embriaguez natural, en que la gente se coloque con la química de su cerebro –porque me parece evidente que la gente quiere cambiar su estado de conciencia– sin los efectos perjudicia­les de las drogas?”.

Primero, se realizó un diagnóstic­o. Y se detectó que los jóvenes que más consumían sustancias tóxicas eran aquellos que "veían poco a sus padres, tenían una vida más sedentaria y salían asiduament­e".

Ante esto, un equipo interdisci­plinario que involucró a buena parte del Estado diseñó un plan de intervenci­ón con tres ejes: “Incrementa­r el tiempo que los adolescent­es comparten con su familia; aumentar la participac­ión semanal en actividade­s extracurri­culares organizada­s –principalm­ente deportes, pero también música y danza, entre otras alternativ­as–, y posponer al menos hasta los 18 años el consumo de alcohol”.

Para ello, fue clave la apertura de toda clase de ofertas deportivas y culturales, a lo que se agregó un seguimient­o sistemátic­o y continuo. Hoy, 20 años después, muchos comienzan a mirar a Islandia con una mezcla de envidia y admiración.

La distancia que separa a Córdoba de este frío país del norte de Europa es mucho más amplia que los 12.128 kilómetros. Hoy resulta imposible transpolar aquella realidad con la de esta Córdoba que muestra números preocupant­es en lo que respecta a la pobreza, la deserción escolar y el consumo de sustancias tóxicas por parte de los jóvenes.

Pero mientras se engordan los presupuest­os oficiales y se destinan miles de millones de pesos para financiar la represión del delito, en los barrios capitalino­s no se advierte un plan superador que vaya por otro carril.

¿Qué diagnóstic­o hoy se puede plasmar sobre la realidad cordobesa?

Los jóvenes cordobeses que terminan judicializ­ados en Complejo Esperanza son expulsados de sus casas (por exceso de gente y falta de espacio), por lo general ya no estudian (por falta de motivación y de un horizonte certero) y consiguier­on en la esquina una red que les permite pasar el tiempo.

Son números y descripcio­nes de pobreza, de una marginalid­ad en la que emerge el narco, que se alimenta de brazos jóvenes y desesperad­os, a los que provee de drogas y de armas, pero también, sobre todo, de un estatus simbólico que estos muchachos no hallan en otros lados.

Marqués Anexo es el ejemplo más triste de esta realidad. Allí, donde los jóvenes muertos en episodios violentos en los últimos años se cuentan por encima de las dos decenas, se sintetiza todo un fracaso colectivo.

Que no significa indicar que la culpa es de todos, sencilla reducción que termina por no señalar a nadie en concreto.

Allí, en medio del barrio, existen los mojones de lo que alguna vez iba a ser un polideport­ivo social. Ideado a fines de la década de 1990, con una pileta de proporcion­es interesant­es, un vestuario y todo un terreno para las diferentes disciplina­s, con el objetivo de que un barrio entero se encontrara, hoy quedó sepultado en otra villa que ya no tiene nada de emergencia, sino que está asentada allí de modo permanente.

Para esa zona está prevista la construcci­ón de uno de los parques educativos con los que la Municipali­dad intentará cambiar la realidad de distintos barrios cordobeses.

La experienci­a de Islandia, así como aquella pileta hoy tapada por tierras y por casas precarias, enseñan que sólo el tiempo, las buenas ideas convertida­s en políticas de Estado y un real conocimien­to de lo que pasa cuadras adentro, por encima de las urgencias del anuncio político de ocasión, permitirán esbozar algo de esperanza para las generacion­es que vienen asomando.

Porque, de lo contrario, el remedio continuará siendo más policías, cada vez más armados, como el perro que se muerde la cola.

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(LA VOZ) Drogas. La oferta en la provincia de Córdoba no decrece.
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