La Voz del Interior

El acostumbra­miento a las tragedias y la valentía de hacer frente al horror

- Pamela Subizar Especial desde Nueva York

Son las 8 de la noche en Manhattan, y en la estación Chambers, a pocas cuadras del paseo donde el uzbeko Sayfullo Saipov atropelló y asesinó a ocho personas e hirió a

13, abundan los demonios, las brujas y los disfraces más macabros. Un chico zombi –con ropas desgarrada­s y marcas en rojo sangre– se toma selfies con su celular y bromea mientras enfoca al centro de la ciudad. Sucede que es Halloween y el tradiciona­l desfile que recorre el West Village está en pleno auge, con sólo un refuerzo de presencia policial como signo de que un atentado acaba de ocurrir.

De este modo, mientras los argentinos se desvelaban el martes por la noche para identifica­r a sus muertos, en Nueva York se celebraba la festividad más macabra del calendario. “Parece que nada hubiera pasado, como si no estuvieran enterados”, señaló Antonela Capelleti, una bonaerense de 33 años que está visitando la ciudad con su papá, Luis. Ellos formaron parte de los miles de turistas que recorriero­n Manhattan después del ataque terrorista.

Lo cierto es que muchos neoyorquin­os consultado­s expresaron genuina conmoción, pero admitieron no conocer en detalle lo que había ocurrido, con la indiferenc­ia de quien vive la tragedia como una cotidianid­ad. “Hay tanta violencia que en algún punto nos habituamos a eso, tal vez de modo insensible”, explicó David Rodríguez, un joven nacido y criado en Brooklyn, pero con sangre boricua.

Desde el 11 de septiembre de

2001 –con el ataque a las Torres Gemelas, que dejó 2.753 muertos–, quienes viven en Manhattan se saben blanco predilecto de organizaci­ones terrorista­s extremas. Algunos de los recordator­ios cotidianos son los policías con chalecos y ametrallad­oras automática­s que custodian Times Square y Grand Central y, ocasionalm­ente, controlan las mochilas de los transeúnte­s en la nutrida estación de la calle 42. Así, el ataque junto al paseo del río Hudson no resultó para muchos una gran sorpresa. “Personalme­nte, no puedo poner mucha emoción en lo que ocurrió porque me destruiría. Todo el tiempo estamos viviendo con una violencia que no podemos controlar, y no sabemos cuándo ni dónde ocurrirá algo”, señaló Rodríguez.

Seguir adelante

“Seguiremos adelante juntos, y seguiremos adelante más fuertes que nunca”, expresó el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, luego de la tragedia. Continuar la vida con normalidad es, en realidad, una de las armas contra el terrorismo.

El cónsul argentino en Nueva York, Mateo Estrémé, lo explicó de este modo a La Voz: “Una forma de derrotar al terrorismo es que todos nosotros demostremo­s que un acto terrorista de esta naturaleza no va a generar una situación de psicosis colectiva y va impedir que cada uno siga llevando a cabo sus actividade­s y su vida como las tiene previstas”.

Estrémé contó que volvió a sentir desasosieg­o y horror como hace más de 16 años, cuando fue el atentado de 2001. “Sin embargo, yo creo que lo que uno tiene que hacer es salir adelante, enfrentar al terrorismo con optimismo y hacer frente a situacione­s como esta con una narrativa contraria”.

En la esquina de Greenwich y Chambers, donde terminó Saipov su sangriento recorrido, el día después sólo hubo decenas de periodista­s apostados con sus cámaras. No hubo un memorial en honor a las víctimas, ni demostraci­ones de apoyo, salvo por dos miembros de la comunidad musulmana Ahmadiyya que sostuviero­n sin descanso un cartel: “Amor por todos, odio por ninguno”. Expresan el debate político que ya estalló, a pocas horas de ocurrida la tragedia: el ingreso de inmigrante­s y musulmanes al país. Apenas se supo que Saipov, el uzbeko autor del ataque, había entrado al país con una visa de lotería, el presidente Donald Trump advirtió que avanzará en su agenda en temas migratorio­s.

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