Desarticular la secesión: ¿desafío o realidad?
Luego de haberse recorrido tumultuosamente la hoja de ruta independentista, el 27 de octubre, los adscriptos a las filas lideradas por el entonces President de la Generalitat catalana, Carles Puigdemont, pensaron que por fin habían “declarado” la independencia. Lo cierto es que aquella cobarde votación secreta fue la gota que llenó el vaso e hizo que el Gobierno de España lograse que el Senado aprobara la aplicación del artículo 155 de la Constitución.
El instituto de la “coerción estatal” que contiene ese artículo no había sido estrenado desde
1978, cuando entró en vigencia la Carta Magna. Quizá eso fue un buen signo, pues está destinado a ser usado sólo frente a circunstancias de incumplimiento agravado del orden jurídico por parte de una Comunidad Autónoma.
A través del Boletín Oficial , el Gobierno fue publicando en los últimos días numerosas disposiciones para tratar de “desarticular” el independentismo, siempre al amparo de lo que habilitaría este instituto.
Además de cesar en sus funciones a las autoridades ejecutivas catalanas y de disolver el Parlament, el Gobierno buscó cerrar las estructuras de las representaciones regionales en el extranjero. Ha sido una buena estrategia, ya que busca la adhesión internacional a la causa.
El Ministerio Fiscal, por su parte, se querelló frente al Tribunal Supremo contra muchas de las exautoridades catalanas por delitos como rebelión, sedición o malversación de fondos públicos. Esto ha valido para que Puigdemont y otros ex-conselleres se trasladasen a Bruselas y, previsiblemente,
se ausentaran de prestar declaración judicial, ya que consideran que no tienen garantías de un juicio justo.
Lo cierto es que el independentismo, más allá de todo, sigue presente. Lo demuestra, por ejemplo, la encuesta del Centre d’Estudis de Opinió de la Generalitat (CEO), que prevé que la CUP y Junts Pel Sí, partidos conductores del movimiento, presumiblemente ganarán las próximas elecciones del 21 de diciembre, no en votos, pero sí en escaños.
Desarticular el independentismo es un horizonte que, a primera vista, parece sumamente lejano y más un desafío que una realidad. No será un trabajo fácil tratar de encauzar en la legalidad a un sector que se ha mostrado rebelde y desleal, que frente a los frenos que el Tribunal Constitucional o el Gobierno han tratado de establecer sólo ha querido desafiar aún más.
La clave, sin lugar a dudas, es lograr un horizonte de cambios territoriales en el que el diálogo, el pacto y la lealtad sean los pilares fundamentales.