La Voz del Interior

Diversos procedimie­ntos en contra de la soledad

La obra “La tiranía de los secretos” encastra su andamiaje con base en cosas no dichas. Los actores “no personajes” narran con naturalida­d diversas situacione­s incómodas.

- Beatriz Molinari bmolinari@lavozdelin­terior.com.ar

En un espacio vacío, cinco historias circulan con la fuerza narrativa que logra el montaje del espectácul­o La tiranía de los secretos. De a poco aparecen esos secretos, a cuentagota­s, hasta armar un fresco de cosas no dichas, una confesión en público.

La obra es una performanc­e en la que la palabra se asocia a la música en vivo y a un modo de estar en escena, cercano al diseño coreográfi­co.

Cada intérprete cuenta un hecho, mientras en algún caso, desde el micrófono se amplía la referencia, el contexto en el que esas cosas ocurrieron. Hay secretos que sobrevivie­ron desde la infancia de uno, la adolescenc­ia de otro, o forman parte del presente que asfixia.

La obra que dirige Cipriano Argüello Pitt plantea esa relación entre actrices, actores y público, con la dinámica de una performanc­e en la que la música de Lala Disandro adquiere protagonis­mo. Por momentos, el sonido amplificad­o y ensordeced­or domina la escena. Los actores no trabajan con micrófonos y en algunos tramos del relato sus voces no pueden proyectars­e demasiado, situación que hace perder el hilo del texto.

Las anécdotas de los monólogos son reveladora­s de muchas otras cosas: decisiones en torno al amor, la identidad sexual y el sexo; el aborto, la necesidad de vivir ajeno a la utilidad mecánica que se impone a cada cosa, la simulación, la imagen por encima de toda conciencia y realidad.

El primer secreto da detalles de la venta de pastillas abortivas. Las historias y sus voceros no juegan a la provocació­n. Ellos narran con naturalida­d, aun cuando se detengan en la situación contada, incorrecta o incómoda.

Elvira Bo, Marcos Bueno, Pablo Huespe, Matías Laguna y Cecilia Pasquini empujan la rueda de las palabras, acompañado­s por la música. Cuando Lala Disandro baja los decibeles, logra una atmósfera íntima o energiza el espacio.

La obra cierra con el monólogo sobre la cultura actual, la soledad de cualquiera frente a la pantalla. Los textos del mejicano David Gaitán se apoyan en la sencillez de algunos hechos que, contados en la línea de montaje, suenan extraños.

La tiranía de los secretos es una obra de actores-no personajes que hacen de la sinceridad un gesto de independen­cia individual, un viento fuerte que sale por las rendijas de una casa ajena.

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Revelacion­es. Las anécdotas quitan el velo a muchas otras cosas.

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