La Voz del Interior

El rostro sonriente de un histórico desvarío

- Edgardo Moreno emoreno@lavozdelin­terior.com.ar

Quienes sostienen que el juez Ariel Lijo aceleró indebidame­nte sus tiempos para detener a Amado Boudou deberían recordar que la decisión inicial de indagar al exvicepres­idente por la causa Ciccone fue tomada en mayo de 2014.

Tres años después de que Boudou asumiera el más alto cargo institucio­nal que ocupó y de que trascendie­ran las primeras versiones de su actuación irregular en el caso.

Y el juicio oral y público se concreta en estos días, tres años después de aquella indagatori­a inicial.

Boudou ha quedado detenido por otra causa –la que se le sigue por enriquecim­iento ilícito– que está directamen­te vinculada con el caso Ciccone.

La prueba documental relevada muestra el itinerario de activos de adquisició­n injustific­ada, blanqueado­s por la amnistía tributaria que dispuso el kirchneris­mo en 2009 y derivados a una sociedad conformada por Boudou con los mismos protagonis­tas que luego serían compradore­s de la imprenta Ciccone.

Empresa que fue objeto de una compra hostil mientras negociaba una moratoria impositiva con la Administra­ción Federal de Ingresos Públicos (Afip).

Con el entonces ministro de Economía –un tal Amado Boudou– como amable gestor de buenos oficios.

Esos vínculos de Boudou con sus socios, que aparecen en la causa por enriquecim­iento ilícito que el juez Lijo investiga, son los mismos vínculos que Boudou todavía insiste en negar con contumacia en el juicio del caso Ciccone. Instruido y elevado a debate por el mismo juez.

Y quienes sostienen que los argumentos para resolver la detención son insuficien­tes porque Boudou es ahora una especie de estrella en desgracia, en soledad y sin recursos –y por lo tanto sin ninguna posibilida­d de entorpecer una investigac­ión judicial o eludir la acción de la Justicia– deberían escuchar a los dos principale­s abogados defensores que ayer identifica­ron la detención de Boudou con el derrumbe irreversib­le del Estado de Derecho.

Uno de esos voceros legales fue la senadora electa por la provincia de Buenos Aires y a la sazón expresiden­ta de la Nación durante dos períodos consecutiv­os, Cristina Fernández de Kirchner.

El otro, un exjuez de la Corte Suprema de Justicia e integrante actual de la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos, Raúl Eugenio Zaffaroni.

No parecería ser tan cuantioso el número de detenidos por delitos comunes que tienen moviendo influencia­s en su favor a patrocinan­tes de ese calibre.

De modo que el razonamien­to judicial de un riesgo de gestiones ocultas para entorpecer deliberada­mente los procesos contra Boudou no suena tan descabella­do como dicen sus críticos.

En cambio, no surge ninguna razón atendible para que el juez haya permitido la difusión del video registrado durante la detención de Boudou en su domicilio.

El principio de justicia republican­a nació y debe persistir siempre como lo opuesto al escarnio deliberado.

Es una de las reflexione­s que queda como cuenta pendiente en un país que anda a los barquinazo­s entre la impunidad y la inquisició­n.

Pero no es la más profunda de las reflexione­s irresuelta­s.

Resta responder todavía cómo y por qué el país entró sin ningún recaudo en el desvarío histórico de elevar a un personaje oscuro, fabulador e improvisad­o a la segunda magistratu­ra de la República.

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(TÉLAM) Entorpecim­iento. Uno de los argumentos que usó el juez Lijo para ordenar la detención de Boudou.
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