La Voz del Interior

La gente del futuro

- Jorge Londero Nostalgias cordobesas jlondero@lavozdelin­terior.com.ar

Alos egresados del secundario en 1982 nos tocó en suerte disfrutar del tan esperado viaje de estudios en el último verano de la dictadura militar.

Tras perder la guerra de Malvinas, al gobierno de facto no le había quedado otra que llamar a los partidos políticos a reorganiza­rse para el regreso de la democracia. En ese contexto, y pese a que todavía faltaba un largo año para que asumiera un presidente elegido en las urnas, la fuerte opresión había cedido y en su lugar crecía una protesta que se las daba de clandestin­a, pero se mostraba sin prejuicios, desafiante.

Había llegado la hora de la descarga, el tiempo de liberar tensiones, y a nosotros, los de quinto año, nos venía de maravillas.

Por entonces, la mayoría de los contingent­es que iban de viaje de estudios a Bariloche salían desde el parque Sarmiento. El nuestro estaba programado para la última semana del año, la favorita, elegida por la mayoría porque incluía la celebració­n del Año Nuevo a orillas del lago Nahuel Huapi.

Medio centenar de ómnibus de larga distancia, muchos de ellos doble camello, esperaban con los motores encendidos, desde el museo Caraffa hasta bien pasado el Rosedal. La ceremonia de la despedida, con padres, abuelos y tíos, entre lágrimas y abrazos, demoraba la partida

A los egresados del Quinto Primera de la escuela Doctor Agustín Garzón Agulla nos tocó en suerte compartir el colectivo con las chicas de Nuestra Señora de Nieva, todas damas ellas. De esa forma, la relación dentro del vehículo era de un varón cada cuatro mujeres. Ni en sueños lo habíamos imaginado tan perfecto.

En viaje

Los dos choferes eran jóvenes, no pasaban los 30 años. La fiesta estaba asegurada. No habíamos salido aún de Córdoba que ya sonaba a todo volumen uno de los dos casetes que nos acompañarí­an todo el viaje de ida. Eran grabacione­s todavía pudorosas de Piero y de Pedro y Pablo, que en ese derrotero aprendimos de memo- ria y no dejamos de cantar.

“¡Marcha! Un, dos... ¡No puedo ver tanta mentira organizada, sin responder, con voz ronca, mi bronca, mi bronca!”.

El estribillo de esa marcha sonaba a viva voz y la entonábamo­s las 52 personas que compartíam­os esa aventura inolvidabl­e.

“Libertad era un asunto mal manejado por tres. Libertad era almirante, general o brigadier… ¡Para el pueblo lo que es del pueblo, porque el pueblo se lo ganó, para el pueblo lo que es del pueblo, para el pueblo liberación”.

Pese al desgaste que tenía por entonces el gobierno militar, estrofas como esas se mantenían en el plano de la transgresi­ón, en especial para los que habíamos cursado un secundario con escasas libertades, estrictos controles de conducta y cero actividad política.

Con las hormonas a punto de estallar, ese viaje de estudios vino a tocarnos en el momento justo. Después de todo, éramos nosotros, los integrante­s de esa juventud perdida, los que estábamos llamados a reconstrui­r el país.

Por todo eso, a puro salto y con la garganta enrojecida, mirándonos de frente y a los ojos, en Cerebro o en Grisú, nuestra generación repitió hasta quedar sin voz aquellas estrofas creadas por Miguel Cantilo: “Esta es la gente del futuro, y este presente, tan, tan duro, es el material con el que edificarem­os un mañana total”.

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Marcha de la bronca. Pedro y Pablo, en un himno de la época.

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