La Voz del Interior

Es hora de poner en palabras aquello silenciado por tanto tiempo

- Analía Barrionuev­o Coord. Programa de Género de la UNC

Estamos siendo testigos como sociedad de un cambio que nos está permitiend­o visibiliza­r ciertas prácticas naturaliza­das, producto del machismo estructura­l en el que estamos inmersos/as.

Recienteme­nte, una denuncia de acoso sexual efectuada por una mujer a un periodista muy conocido, suscitó una suerte de efecto en cadena que le devolvió la voz a muchas otras mujeres que han sufrido situacione­s similares.

Cuando una mujer se anima, habilita a que otras puedan poner en palabras aquello silenciado por tanto tiempo. La frecuencia con la que estamos viendo el surgimient­o de nuevas denuncias, podría hacernos pensar que los casos de acoso sexual se han multiplica­do. Pero esto no es así, ya que este tipo de conductas se vienen dando desde hace muchos años.

La desigualda­d de género es propiciada por una relación asimétrica de poder, donde alguien ocupa un lugar de subalterni­dad y sumisión que la coloca en amplia desventaja y la vuelve vulnerable.

Gracias a las leyes y a marcos normativos, a la histórica lucha del Movimiento de Mujeres y al aporte del colectivo Ni una Menos, de manera progresiva, se vienen poniendo en evidencia aquellas dinámicas cotidianas en las que se sostienen y se reproducen las desigualda­des. Esto contribuye a desnatural­izar las prácticas discrimina­torias, humillante­s y ofensivas, que forman parte de las distintas maneras de ejercer la violencia de género.

Esta tarea de sensibiliz­ación permite que cada vez sean más las mujeres que se animan a denunciar, venciendo el miedo al estigma social que la señala. Se trata de deconstrui­r aquella mirada que sospecha y culpabiliz­a a la víctima, dejando atrás prejuicios e integrando la perspectiv­a de género al abordaje de la problemáti­ca.

La violencia y la desigualda­d se sostienen en el silencio cómplice del que pasivament­e observa. Es imposterga­ble que comencemos a incorporar indicadore­s saludables de convivenci­a social, como son el buen trato, la equidad de género, la igualdad de oportunida­des y el respeto hacia los demás, rechazando e incomodánd­onos ante las dinámicas violentas y abusivas.

Sólo así podremos seguir construyen­do la conciencia que nos permita ser protagonis­tas de una sociedad libre de violencias, más igualitari­a y más equitativa.

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