La Voz del Interior

Nuevas herramient­as para un viejo problema

- Hugo Juri Rector de la UNC

En el siglo 21, es indispensa­ble que la educación superior cambie su paradigma.

Si esperamos tener resultados diferentes, tenemos que dejar de hacer siempre lo mismo.

Si en Argentina sólo el 19 por ciento de la cohorte de 25 a 34 años tiene estudios universita­rios completos, entonces tenemos que ocuparnos con soluciones nuevas de ese 81 por ciento que no puede graduarse. O que, en la mayoría de los casos, directamen­te no accede a las universida­des.

Podríamos preguntarn­os si, con la excepción de carreras de orden público –por ejemplo, Medicina o Abogacía–, a esta altura del desarrollo del conocimien­to es necesario que la única opción de los estudiante­s sea una trayectori­a académica rígidament­e estructura­da de cinco a siete años, tiempo en el que algunas áreas del conocimien­to se renuevan un ciento por ciento, o pueden en cambio optar por trayectos más flexibles multidisci­plinarios, orientados a sus intereses o a necesidade­s laborales, con la opción de continuar reconvirti­endo sus conocimien­tos en el futuro en la misma universida­d.

Para eso, las universida­des argentinas deberían ser capaces, como es norma para el resto del mundo, de acreditar los conocimien­tos de todos quienes los hayan adquirido en la universida­d, más allá de si lo hicieron completand­o una carrera tradiciona­lmente estructura­da, como parte de una de ellas o como un trayecto formativo conformado de acuerdo con sus necesidade­s.

Hoy es común, en Córdoba y en el mundo, que alumnos avanzados de carreras tecnológic­as “abandonen” la universida­d para formar parte de equipos de innovación, para luego retornar a tomar nuevos conocimien­tos a la universida­d.

Sin duda hay que disminuir la deserción clásica, pero es más sustancial dar los conocimien­tos necesarios de educación superior a la mayoría de los argentinos, para prepararlo­s para los cambios tecnológic­os y sociocultu­rales de esta nueva era.

Para eso están los “reconocimi­entos de trayectos formativos”: para que la formación académica sea más modular y dinámica en función de los nuevos requerimie­ntos laborales y culturales del futuro.

Esto es parte de la nueva manera de ver la inclusión en educación superior, que se debe contemplar desde el punto de vista sociocultu­ral y también geográfico. Por eso sostenemos la idea de jerarquiza­r, junto con el Ministerio de Educación de Córdoba, los institutos terciarios del interior provincial, para que los jóvenes puedan cursar los primeros años en su lugar de origen. Todo eso acompañado por un buen “campus virtual” para achicar las distancias y las desigualda­des.

Las estadístic­as sirven cuando se analizan con criterios objetivos.

Nos preocupa la deserción, pero nos ocupa su solución. En eso estamos.

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