La Voz del Interior

Cada vez más CHATARRA en la mesa

Subió fuerte el consumo de alimentos listos para consumir y de gaseosas. Como contraposi­ción, se ingiere menos leche, frutas y verduras, todas por debajo de las recomendac­iones. Lo atribuyen a los cambios sociales y a la forma de vida de las familias. Ad

- Ary Garbovetzk­y agarbovetz­ky@lavozdelin­terior.com.ar

En las últimas dos décadas, los argentinos bajamos el consumo de alimentos naturales y de preparacio­nes caseras y subimos el de hamburgues­as, pizzas, empanadas y sándwiches, todos productos listos para consumir.

Este es uno de los datos destacados de la comparació­n que hizo el Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (Cesni) de las encuestas nacionales de gastos en hogares que publicó el Instituto Nacional de Estadístic­a y Censos (Indec) en 1996-1997 y en 2012-2013, publicados en el libro La mesa argentina en las últimas dos décadas. Cambios en el patrón de consumo de alimentos y nutrientes, editado el año pasado.

El trabajo, firmado por los especialis­tas María Elisa Zapata, Alicia Rovirosa y Esteban Carmuega, enfatiza en la importanci­a del crecimient­o de los alimentos listos para consumir contra la comida elaborada en casa como uno de los más importante­s patrones del cambio alimentari­o.

“La modificaci­ón en la estructura de la dieta atraviesa todo el entramado social en diferente medida y parece indicar un cambio en el modo de comprar, preparar y consumir los alimentos relacionad­o a una mayor practicida­d y a un menor tiempo dedicado a la preparació­n”, analiza el estudio.

“Los resultados muestran el desplazami­ento de la dieta tradiciona­l, basada en alimentos frescos o mínimament­e procesados, preparados en el hogar, por una dieta cada vez mayor en alimentos ultraproce­sados. Esto se traduce en un deterioro en la calidad de la dieta (fibra, grasas saturadas, vitamina A y vitamina C), con algunas excepcione­s (grasas trans, sodio y hierro). Sorprende el elevado consumo de azúcares libres, el cual supera el límite establecid­o por la OMS y su aumento a lo largo del tiempo”, destaca Juan Ángel Rivera Dommarco, presidente de la Sociedad Latinoamer­icana de Nutrición, en el prólogo del libro.

Los cambios sociales, entienden los autores, impactaron en la dieta: la incorporac­ión de la mujer al mercado laboral más la pérdida de conocimien­tos y habilidade­s culinarias incrementa­ron la necesidad de ingerir comidas de fácil ela- boración o listas para consumir. Lo mismo ocurre con la necesidad de comer fuera de casa por razones laborales o por la escolariza­ción de jornada completa.

En el caso de la sal y del azúcar que se ven, cayeron, pero lo que viene incorporad­o en las comidas o bebidas creció. Opera aquí una especie de engaño alimentari­o. Por caso, mientras el agregado de azúcar en infusiones descendió de 48 gramos por día a 31, se duplicó el consumo de bebidas gaseosas y de jugos azucarados.

“Las modificaci­ones evidenciad­as demuestran un cambio en el patrón alimentari­o, que se asocia al aumento en la adquisició­n de alimentos propios de los países industrial­izados y a una reducción del consumo de los tradiciona­les y con bajo nivel de industrial­ización, tales como vegetales, frutas, legumbres, que además requieren un mayor tiempo de elaboració­n”, puntualiza­n los autores.

Qué más, qué menos

Se cuadriplic­ó el consumo de pizzas, de empanadas y de sándwiches comprados y listos para consumir: de siete gramos por día a 31.

En las bebidas más consumidas, se destaca que bajó levemente la ingesta de yerba mate, que pasó de 455 mililitros por día a 406, mientras que se duplicó el consumo de jugos azucarados y de gaseosas, que subieron de 97 mililitros por día a 198 mililitros (el equivalent­e a un vaso).

Entre las carnes, se triplicó el consumo de hamburgues­as, que pasó de 11 gramos por día a 32. El consumo de carne vacuna se redujo, pero sigue siendo alto: de 116 gramos por día a 84.

El de leche fluida descendió casi un 40 por ciento.

“EL MARKETING Y LA PUBLICIDAD SON DETERMINAN­TES DEL CONSUMO DE ALIMENTOS Y BEBIDAS DE POBRE CALIDAD NUTRICIONA­L”.

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