La Voz del Interior

Goles corruptos

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Un temblor recorre el mundillo del fútbol y se extiende hacia la política y los negocios de ocasión, poniendo en primer plano lo que ya sabíamos: que, a lo largo de la historia, los populismos se caracteriz­aron por crear sociedades dispuestas a la toma del poder con el solo objeto de saquear el erario, al amparo de una construcci­ón teórica que esgrime la sagrada causa de lo nacional y popular como bandera.

Las declaracio­nes de Alejandro Burzaco –exgerente de Torneos y Competenci­as–, en el marco de los trámites vinculados a la causa conocida como “Fifagate” en Estados Unidos, rebotan a estas horas en distintos países y encuentran en la Argentina su eco más estridente.

Para repasarlo rápido: unos sobornaban a la Federación Internacio­nal de Fútbol (Fifa) para hacerse de derechos y luego los revendían a la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), que se los revendía al Gobierno argentino para que, a la postre, buena parte de ese dinero regresara por otro ducto a la política de cabotaje y al patrimonio de los gestores oficiosos.

Simple y efectivo, el engendro denominado Fútbol para Todos dilapidó miles de millones de pesos con el pretexto de democratiz­ar el deporte más popular y ponerlo al alcance de todos, con el saldo conocido: lo que se obtiene gratis tiene un costo multimillo­nario que pagan los mismos contribuye­ntes que reciben el fútbol democratiz­ado en sus hogares.

Lo que en un principio pareció un episodio más en la absurda cruzada contra medios de comunicaci­ón no alineados con el poder de turno acabó mostrando el rostro más vil de la corrupción, una caja construida a cuenta de los fondos siempre apetecible­s de la Administra­ción Nacional de la Seguridad Social (Anses).

El gran factótum que era Julio Grondona recibía cada mes en la AFA el pago electrónic­o autorizado por la Jefatura de Gabinete y procedía a repartirlo entre los clubes, pero en cheques antedatado­s que se sugería descontar en dos o tres cuevas partícipes del circuito, a un módico 35 por ciento de comisión. De ese modo, más de un tercio del pago librado regresaba así a los gestores del negocio.

Nada nos autoriza a sorprender­nos por estas noticias, pero sí porque un voluminoso sector de la sociedad argentina aún se resiste a aceptar el axioma de que las opiniones son libres, pero los hechos sagrados, y que otros que le dieron sustento teórico a este asalto a la Nación hoy se agrupen en defensa de una democracia supuestame­nte amenazada.

Los populismos y sus prácticas –que distribuye­n lo que nadie genera y todos a la postre pagarán– implicaron un enorme atraso que todavía hoy padecemos y seguiremos padeciendo.

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