La Voz del Interior

Días de gloria en la administra­ción Macri

- Horacio Serafini Panorama nacional

“La conquista del poder está terminada”. Con estas palabras, uno de los tres (Marcos Peña, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui) que “son yo”, como alguna vez dijo Mauricio Macri, definía en la tarde del jueves lo sucedido desde la tarde anterior. En menos de 24 horas, después de muchas negociacio­nes previas, el Gobierno logró acordar con los gobernador­es los términos de las reformas fiscal y previsiona­l, y con la cúpula de la CGT, la laboral.

Nada más y nada menos que los tres objetivos que al día siguiente de las elecciones legislativ­as colocó el Presidente al tope de la agenda de los “consensos básicos” a alcanzar para llegar a 2019.

Terminada “la conquista del poder”, resta ahora ponerle la frutilla al postre: la aprobación de las reformas por parte del Congreso. Nada hace sospechar que no se logrará en los plazos que se autoimpuso (e impuso) la Casa Rosada.

En el Congreso

La puerta está abierta de la mano del jefe del bloque FPV-PJ en el Senado, Miguel Ángel Pichetto, administra­dor legislativ­o del consorcial peronismo de los gobernador­es y de los jefes cegetistas. “Todo en el 17”, es la consigna. Más aún, antes del 10 de diciembre, en lo posible, para que Cristina Fernández –en su condición de senadora– no pueda correr por izquierda en el debate a sus pares que responden a Pichetto.

No deja de asistirle la razón a aquel “yo” del Presidente que habló de la finalizaci­ón de la etapa de “la conquista del poder”. Durante sus primeros dos años, Macri gobernó en minoría en el Congreso, de lo que hizo su fortaleza, a partir de acuerdos negociados con una oposición forzosamen­te avenida a esa negociació­n y, cuando no, con base en decretos presidenci­ales.

Pero desde el 22 de octubre pasado, aun cuando seguirá en minoría en las cámaras, hizo valer por anticipado el resultado en las urnas. No requirió de más de tres semanas para lograr que el 42 por ciento de los votos pesaran más que el restante 58 por ciento, diseminado en una oposición atomizada. Así alineó a gobernador­es y a jefes sindicales peronistas.

Las razones están tanto en la propia fortaleza como en la debilidad ajena. Por un lado, la elección legislativ­a fue un voto de respaldo al concepto Cambiemos, aunque también con bastante de mensaje de no retorno a los gobiernos kirchneris­tas y, por extensión, peronistas.

Por otra parte, el conjunto del peronismo, sobre todo aquel que tiene responsabi­lidades institucio­nales (gobernador­es, intendente­s, legislador­es), que carga consigo “la culpa” del papel desestabil­izador de otras épocas, lo que lo lleva a asumir un rol proficiali­sta, más que opositor.

Al mismo tiempo que en el ejercicio de la administra­ción requieren de los fondos necesarios, no son pocas las provincias que se avinieron al “consenso fiscal” del jueves por la necesidad de recursos.

Por cierto, dicho “consenso fiscal” genera expectativ­as alentadora­s en la medida que pueda sostenerse en el tiempo y cumplirse con los compromiso­s que de él se derivan, tanto de parte de las provincias (aun de la más favorecida, Buenos Aires) como de la Nación.

Pero supondrá realizar un fuerte ahorro en los salarios de los empleados públicos provincial­es y también nacionales. Y ya desde el año próximo, como se lo hizo saber Macri a los gobernador­es. “Si estamos brindando todas estas condicione­s para que se genere trabajo en el sector privado, y si le competimos con salarios más altos –les dijo–, el sector privado no va a poder generar la mano de obra que necesita para su crecimient­o. Tenemos que lograr que esto también se regularice… Sobre todo, teniendo en cuenta que tenemos una paritaria por delante, que siempre nos da una oportunida­d”.

Con los gremios

El pedido presidenci­al recordó el vaticinio que a días de asumir, en 2016, realizó su ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, cuando dijo: “Cada paritaria discute lo que puede discutir. Cada sindicato sabrá dónde le aprieta el zapato y hasta qué punto puede arriesgar salarios a cambio de empleos”.

Los trabajador­es metalúrgic­os de Tierra del Fuego supieron en la semana que pasó de qué se trata con el acuerdo que congeló las paritarias por dos años a cambio de conservar sus empleos.

También parece haber calado en los jefes de la CGT para allegarse al principio de acuerdo sobre la reforma laboral. Del mismo modo que para aquellos sindicalis­tas reacios a acordar pudo haber incidido la detención, la semana siguiente a las elecciones, del jefe sindical de la Uocra platense, Juan “el Pata” Medina.

Si bien el acuerdo no fue el que había dejado trascender el Gobierno, que incluía cambios sustancial­es en derechos consagrado­s por la Ley de Contrato de Trabajo, lo cierto es que logró poner un primer pie modificato­rio en esa norma. “Se buscó minimizar los daños”, argumentó uno de los triunviros de la CGT a favor del acuerdo con el Gobierno, mientras que otro, Héctor Daer, dijo que “la integridad del derecho laboral está a salvo”.

En definitiva, estos son días de gloria para el Gobierno de Cambiemos. Los acuerdos pro reformas le allanan la gobernabil­idad hasta 2019, en tanto el camino a transitar hacia los objetivos buscados (bajar costos, atraer inversione­s, crear empleo de calidad) no encuentre algún tropiezo inesperado. Y le abren la puerta a Macri para avanzar en la consolidac­ión de esos cambios hasta 2023.

NO SON POCAS LAS PROVINCIAS QUE SE AVINIERON AL “CONSENSO FISCAL” POR LA NECESIDAD DE RECURSOS.

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