La Voz del Interior

Los nuevos paradigmas en la lucha contra las drogas

Un debate que busca salir de la antinomia entre militariza­ción y liberación del uso. Se imponen nuevos abordajes que buscan hacer eje en las personas y en los derechos humanos.

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Pocas veces como ahora se impuso la idea de que las políticas de drogas deben replantear­se, abandonar el enfoque prohibicio­nista y dejar lugar a estrategia­s pragmática­s, así como direcciona­rse hacia la descrimina­lización. Surgen también voces que piden la liberación del consumo de todas o algunas sustancias y que hasta las presentan como saludables.

Para algunos especialis­tas, la discusión está viciada de confusión, se mezclan dimensione­s que no están relacionad­as y se generan falsas antinomias funcionale­s a grupos económicos que promueven el uso de sustancias psicoactiv­as y a un sistema que propicia el consumismo.

En este escenario, parece necesario debatir sobre cómo guiar el análisis, porque las evidencias científica­s –en las que deberían fundarse las políticas públicas– parecen desplazada­s por apreciacio­nes subjetivas.

Se habla de un fracaso del enfoque centrado en la política de seguridad, promovido –aunque no exclusivam­ente– por países poderosos como Estados Unidos, porque su aplicación es asociada al sufrimient­o de poblacione­s que son escenario de una escalada de violencia. Además, los profesiona­les de la salud afirman que hay prácticas persecutor­ias que, sumadas a la estigmatiz­ación, interfiere­n en procesos de contención y atención de consumidor­es.

“Los equipos que abordaban el tema desde una perspectiv­a sanitaria ya sabían que no era bueno mezclar su acción, enfocada en la demanda, con la lucha contra el narcotráfi­co, que se ocupa de la oferta”, advierte Darío Gigena Parker, secretario de Prevención y Asistencia de las Adicciones del Ministerio de Salud de la Provincia. “Por ende –interpreta– el quiebre del paradigma se da en cuanto a que la mayoría de los gobiernos están separando las áreas: por un lado, la lucha contra el narcotráfi­co, que depende de seguridad, y, por otro lado, la prevención y la asistencia a las adicciones, que son abordados en otras órbitas y por distintas especializ­aciones”.

Algunos expertos afirman que el enfoque militarist­a y el abordaje sanitario pueden coexistir, pero que esa convivenci­a debe regirse por, entre otros, un criterio cuanti- tativo. “Un principio que se recomienda es el de proporcion­alidad: que la misma cantidad de dinero y esfuerzo que un gobierno invierte para represión vinculada con las drogas, tiene que invertirla en reducción de la demanda, o sea, en las políticas de salud pública”, señala Juan Carlos Mansilla, coordinado­r del Consejo Federal de Drogas (Cofedro) y del Programa Nacional Municipios en Acción, de la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas (Sedronar). “Estamos lejos de eso”, reconoce.

Ante los pobres resultados de la acción denominada “lucha contra las drogas”, diversos grupos piden volver a enfocarse en las personas, desde una perspectiv­a de derechos humanos. Esa es una de las ideas que inspiró a los divulgador­es científico­s de la publicació­n digital El gato y la caja a editar el trabajo denominado Un libro sobre drogas, con el cual buscan “desandar prejuicios, desnatural­izar opinio- nes y reconsider­ar posturas”.

Pese a que el modelo prohibicio­nista se impuso durante muchos años y hoy se replantea en múltiples países, las políticas de los Estados en relación con las drogas son heterogéne­as y no se reducen al esquema binario de prohibició­nliberació­n. “Se desprende de esta visión simplifica­da del objeto droga, sea legal o ilegal, porque en realidad no tiene nada que ver la condición de legalidad, la pregunta de cómo hacemos para reducir la oferta. Pero no hay posibilida­d de reducir la oferta de manera eficiente si no se reduce la demanda”, considera Gabriela Richard, titular de la Fundación ProSalud y directora del posgrado Prevención y Tratamient­o de las Adicciones en la Adolescenc­ia. “Y la gente no consume porque tiene un deseo innato, sino porque está programada por una sociedad que se mueve a partir del consumo de todo tipo de objetos y bienes y servicios”, destaca.

Lo más cercano a una polarizaci­ón podría verse en ejemplos como el de Filipinas, cuya avanzada militarist­a contra el narcotráfi­co se volvió tan dura que se tradujo en miles de muertes. En las antípodas está Portugal, que hace 17 años despenaliz­ó el consumo de todas las drogas. Experienci­as como la de ese país hicieron que la Asamblea General de Naciones Unidas pasara de proclamar “un mundo libre de drogas” a pedir por “un mundo libre de abuso de drogas”, al tiempo que su Comité Científico resaltó la importanci­a de las políticas de reducción de daños.

Reducción de daños

Por mucho tiempo, el concepto de reducción de daños se asoció a la prevención de infeccione­s, principalm­ente de VIH y de hepatitis. De hecho, a fines de agosto, disertó en el país Mark Hull, miembro del programa de investigac­ión sobre VIH de la Universida­d British Columbia, y narró la experienci­a de Vancouver, que proveyó a usuarios de drogas inyectable­s de insumos como jeringas y propició el uso de sustitutos de la heroína.

Consultado sobre si este tipo de intervenci­ones puede aplicarse en Córdoba, Gustavo Martínez, infectólog­o del hospital Rawson, señaló que hay diferencia­s sociales y culturales que no la hacen replicable localmente.

EL QUIEBRE DEL PARADIGMA SE DA PORQUE LOS GOBIERNOS ESTÁNSEPAR­ANDOLAS ÁREAS.

Darío Gigena Parker, de Prevención y Asistencia de Adicciones

EL MISMO ESFUERZO QUE UN GOBIERNO INVIERTE EN REPRESIÓN DEBE INVERTIRLO EN REDUCIR LA DEMANDA. Juan C. Mansilla, del Sedronar

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(PEDRO CASTILLO / ARCHIVO) Una discusión en auge. Emergen voces que promueven la liberación del consumo.
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