El relato de la curación que le atribuyen a la madre Catalina
Lo afirma a 20 años del hecho que se atribuye a la mujer. Su hija vino a participar de la ceremonia.
En el patio de la Casa Mayor de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús se encuentra Eugenia Valdez. Está expectante y sonriente, aunque algo cansada luego del viaje y la agitada agenda que tiene deaquíalsábado.
Es la hija de “la mujer que revivió”, según la Iglesia, y permitió la beatificación de la madre Catalina, y, por lo tanto, parte esencial del cronograma de actividades que se realizan en Córdoba para efectuar la primera ceremonia de este tipo enlaciudad.
El 4 de mayo, el papa Francisco aprobó el “milagro” que convierte en beata (paso previo a la santificación) a Josefa Saturnina Rodríguez, más conocida como madre Catalina, y con esto se avanzó en un largo proceso que culminará
con la ceremonia el sábado alas 10 en el Centro Cívico.
El 22 de abril de 1997, a las 21, Sofía Acosta cayó sobre el suelo del patio de su casa en barrio Modelo, de Tucumán. El ruido hizo que Eugenia saliera a observar lo sucedido, y en ese momento vio a su padre sosteniendo la cabeza de su madre.
“Yo la agarré porque mi papá, que la tenía en brazos, se fue a buscar al médico y ahí ella estiró el brazo al costado y dio un largo suspiro. Estaba fría, dura, tenía los labios muy blancos. Ahí la llevamos al hospital pero no tenía signos vitales”, explicó Eugenia, sen- tada de espaldas a una pintura que Genaro Pérez hizo de la próxima beata.
La mujer no puede imaginar otra explicación para el extraordinario suceso que no sea la intervención divina a través de la madre Catalina. Las lágrimas que suelta mientras recuerda el momento se mezclan con una sonrisa gigante que se dibuja constantemente en su rostro. Eugenia vive una situación en la que no sabe qué hacer con sus emociones.
“Estábamos esperando y el médico salió de la sala y nos dijo que había fallecido. El papá le dijo que le saque su corazón para ponérselo ala mamá, pero el doctor Malmoria le dijo que no había nada más para hacer. Y yo le dije que volviera a intentarlo, porque la madre Catalina no la iba a dejar. Él volvió y al rato salió y nos dijo que había vuelto y que la llevaban a la unidad coronaria. Catalina me había escuchado”, aseguró.
El pedido no fue sólo de los familiares, sino que gran parte de la comunidad se encomendó a la súplica, y para Eugenia esa fe no sólo le permitió revivir a su madre, sino también recuperarse de una manera que los médicos consideraban poco probable.
“En el colegio de las Hermanas Esclavas cantaban una canción que nos enseñaron. Mandarina, mandarina, mandarina. Señor, haz el milagro por la madre Catalina”, dijo entre risas, volviendo en sus recuerdos a la escuela donde ella daba clases.
“Nos dijeron que podía salvarse, pero que iba a haber secuelas, que iba a quedar como una plantita. Pero Dios, vaya a saber por qué actuó, y ella no tiene secuelas. Hoy no puede estar acá para la beatificación porque está grande –tiene 79 años– y tiene problemas en la rodilla”, justificó.
Un campo muy grande con flores de color amarillo, un sendero, mucha paz interior y una pequeña luz como guía. Así describió Sofía el más allá, y puso en las manos de su madre y un sobrino, ambos fallecidos, su sujeción a la vida, ya que no era su momento.
La fe y la esperanza hoy son incluso más fuertes que hace 20 años para esta familia, que desde el momento del supuesto milagro se encomendó a dar a conocer a Catalina, e incluso espera otra acción (otro “milagro”, para la Iglesia) que le permita acceder a la santidad.
Para Eugenia, lo importante de estos honores pasa por la posibilidad de que más gente pueda sentirse agradecida como ella con la madre Catalina y pueda conocer su misión.