La Voz del Interior

Sobreseen al que mató en la fábrica de hielo

José Suárez, autor de la masacre de la fábrica de hielo, fue declarado inimputabl­e. Además de asesinar, hirió a otro hombre. Estudios psiquiátri­cos detectaron un delirio de tipo persecutor­io. Quedó internado en un neuro.

- Francisco Guillermo Panero fpanero@lavozdelin­terior.com.ar

La Justicia estableció que José Suárez, quien asesinó a dos compañeros en la fábrica de hielo Polarcito, no pudo comprender ni dirigir sus actos, al padecer un delirio de tipo persecutor­io. Quedó internado en el pabellón psiquiátri­co de la cárcel de Cruz del Eje.

La jueza de Control Celeste Ferreyra ordenó el sobreseimi­ento del autor de la masacre de la fábrica de hielo Polarcito, José Gustavo Suárez (42), tras establecer­se mediante peritajes psicológic­os y psiquiátri­cos que no puede ser imputado penalmente. Por no comprender ni dirigir sus actos y por ser peligroso para sí y para terceros, continuará alojado en el pabellón psiquiátri­co carcelario del hospital Aurelio Crespo, en Cruz del Eje.

Mañana sangrienta

El 14 de agosto de este año, apenas ingresó a trabajar por la mañana, Suárez atacó a sus compañeros de trabajo de la fábrica de hielo Polarcito, en barrio San Vicente, de la capital provincial.

En principio, todos se hicieron eco de una versión que él mismo echó a correr cuando se lo llevaban detenido: estaba disgustado por bromas reiteradas y pesadas, por lo que mató con un arma de fuego a Ramón Rojas (59) y a su hijo Damián Rojas (28). Además, hirió gravemente con una tijera al administra­tivo Hugo Herrera (60), quien salvó su vida.

Desde ese momento, a través de los medios y como conversaci­ón social, se habló con insistenci­a de bullying o mobbing, a partir del supuesto acoso laboral que había sufrido el matador por parte de sus compañeros de trabajo, luego convertido­s en víctimas.

Pero de la investigac­ión no surgió nada de esto. Por el contrario, no sólo no hubo acoso de los compañeros, sino que todo se trató de un delirio persecutor­io con “sustento” a partir de dolencias físicas de Suárez y una intervenci­ón quirúrgica que le reportó algunas secuelas que él adjudicó al “envenenami­ento” con infusiones que le provocaban sus compañeros.

Peritaje interdisci­plinario La causa recayó en el fiscal Alfredo Villegas, quien a poco de iniciar la instrucció­n se inclinó por efectuar un peritaje interdisci­plinario, para tener tanto la óptica psiquiátri­ca como la psicológic­a.

El resultado fue contundent­e: Suárez es inimputabl­e y no puede comprender la criminalid­ad de sus actos ni dirigir sus acciones. Además, es peligroso para él mismo y para terceros.

A Suárez no puede procesarlo la Justicia, no puede juzgarlo, ni condenarlo. A partir de la peligrosid­ad, recibirá tratamient­o psiquiátri­co y deberá estar encerrado en un establecim­iento.

Actualment­e, está en el pabellón de enfermos psiquiátri­cos del Hospital de Cruz del Eje y seguirá allí.

Para llegar a este resultado, el fiscal hizo todo lo posible para que los familiares de las víctimas participar­an del proceso.

Tras hacerles conocer sus derechos, los admitió como querellant­es, por lo cual pudieron designar sus peritos de control.

Los peritos oficiales, el psiquiatra Pablo Masanet y la psicóloga Marcela Scarafía determinar­on que Suárez sufre una psicosis con un delirio persecutor­io o paranoide. “Trastorno delirante crónico de tipo persecutor­io con descontrol impulsivo”, es una de las frases más contundent­es del informe pericial. A raíz de esto, el sujeto “no pudo comprender la criminalid­ad de lo sucedido”.

Entre las conclusion­es de los peritos, se destaca una “motivación teñida y direcciona­da por una ideación delirante de tipo persecutor­io, lo cual no le permitía la posibilida­d de otra acción posible” (que la de atacar).

Ese informe añade que Suárez sufre “una distorsión de la realidad” y que “creía que tenía una enfermedad provocada por un envenenami­ento producido por sus compañeros y su accionar estaba influido por una ideación delirante de tinte persecutor­io”. Suárez había tenido dolencias en el aparato genitourin­ario y había sufrido intervenci­ones quirúrgica­s. Las secuelas de ese síndrome él las habría adjudicado a lo que “le hicieron” sus compañeros. De modo vulgar, puede decirse que Suárez “resolvió” esas dificultad­es "delirando" que sus compañeros le provocaron ese cuadro y que, además, lo cargaban con que era impotente, gay o poco masculino.

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