La Voz del Interior

Dos histrionis­mos en baja tras el año electoral

- Edgardo Moreno Doble tilde emoreno@lavozdelin­terior.com.ar

La política ha procesado los resultados del año electoral con un vértigo inesperado. Antes de que asuman los nuevos miembros del Parlamento, los gobernador­es que los pusieron en las listas ya cerraron un acuerdo con el Gobierno nacional para aprobar el plan de reformas que propone. Y los actuales legislador­es harán propio ese acuerdo como quien trae ese escenario futuro a valor presente neto.

La mesa de conducción de Cambiemos –integrada por el Presidente, su jefe de Gabinete, la gobernador­a bonaerense y el jefe de la Ciudad de Buenos Aires– ya ensaya fórmulas hipotética­s para lo que avizoran como una lógica renovación de mandatos.

La estructura del kirchneris­mo entró en colapso y juega todas sus fichas al protagonis­mo de Cristina en el Congreso.

Sin ningún liderazgo emergente, el peronismo se repliega sobre sus territorio­s.

Imagina una secuela de desdoblami­entos electorale­s –como en la maratón de 2015– para alambrar y sostener a las provincias e intendenci­as bajo su dominio.

¿Ofrecerá a cambio una candidatur­a a la presidenci­a que, en competenci­a con la que presente el kirchneris­mo residual, le despeje al oficialism­o un escenario de segunda vuelta presidenci­al?

Tanta aceleració­n por imaginar escenarios futuros descuida los riesgos de cambios en el corto y mediano plazo.

Cambios que en el país bien pueden surgir por las oscilacion­es de la economía o factores políticos imprevisto­s. Dos años son una eternidad para la inestabili­dad política argentina.

De todos modos, hay decantacio­nes que apareciero­n con alguna contundenc­ia en el año electoral que termina.

Hay dos particular­mente relevantes para la política de Córdoba.

El exgobernad­or José Manuel de la Sota, un actor central de las últimas décadas, comunicó de a retazos su alejamient­o de la actividad política. Después de declinar la principal candidatur­a de este año, tomó distancia antes de las primarias y se dedicó a disertar en el exterior. Lo hizo con una excusa atendible: su opinión sobre el gobierno de Mauricio Macri era más crítica que la del gobernador Juan Schiaretti y su protagonis­mo podía enrarecer el nuevo clima de convivenci­a entre Nación y Provincia.

Pero luego Schiaretti endureció a fondo su discurso contra Macri.

La novedad forzó a De la Sota a unas cuantas aparicione­s, sólo testimonia­les, en la campaña.

Cuando las primarias arrojaron un resultado desfavorab­le, De la Sota cambió de actitud. Comenzó a mostrarse como un emprendedo­r comercial explícitam­ente alejado de la actividad política. Coronó la iniciativa protagoniz­ando un desfile de modelos.

El peronismo provincial ya procesa esta novedad: la imagen del exgobernad­or se deterioró severament­e con esos movimien- tos. Entró en un territorio resbaladiz­o: no es lo mismo declinar una candidatur­a que convertir una postulació­n en algo políticame­nte inconvenie­nte.

Su antagonist­a del siglo, Luis Juez, padeció al mismo tiempo un episodio muy distinto, pero de consecuenc­ias similares, al fin.

La Embajada en Ecuador fue la oportunida­d casi última que la política le ofreció tras su fracaso estratégic­o de 2015. Llegó a la diplomacia con un cuarto puesto en la ciudad que gobernó y que lo puso en el umbral de la gobernació­n.

También a Juez lo traicionó la vocación histriónic­a. Insultó a los ciudadanos del país que lo recibió

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De la Sota. Modelo.

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