La Voz del Interior

Justicia argentina: vigilar y castigar

- Horacio French*

El terrible relato de la tortura y ejecución en que termina la vida de Robert-Francois Damiens tras ser condenado por un Tribunal parisino en 1757, según lo describe Michel Foucault, no está muy lejos de lo que se vive en la Argentina de hoy, más allá del contexto social de la época. El día de la ejecución, el reo fue expulsado de manera violenta de su celda, mutilado, agredido durante el viaje hasta el cadalso por una turba enardecida, para que finalmente su cabeza rodara.

Años más tarde, en 1924, Francia suspenderí­a las ejecucione­s públicas debido a esos salvajes excesos. Esta restricció­n se extendió a casi todos los países occidental­es, lo que trajo la disconform­idad del ciudadano común, al no poder comprobar en vivo los castigos. En otras palabras: si el castigo no se exhibe, no tiene efecto en la sociedad.

Lamentable­mente, en la Argentina del siglo 21, parte de la Justicia apela a métodos similares a los señalados por Foucault, en el intento de recuperar la credibilid­ad perdida. No cabe duda de que los recientes casos de detención de exfunciona­rios del gobierno anterior se habían convertido en un clamor popular. Pero el procedimie­nto en cuanto a la oportunida­d y publicidad tiñe más aun el descrédito de la Justicia argentina. Lo grave es que esos funcionari­os debieron estar presos mucho antes, cuando estaban en sus cargos, ya que con total impunidad podían entorpecer la investigac­ión y hasta darse a la fuga. Por eso no se entiende que de repente la Justicia, más precisamen­te la de Comodoro Py, en la Capital Federal, se lance sobre los restos de un gobierno que se fue. A su vez, si observamos esta situación en Córdoba, la Justicia provincial, que no registra avances significat­ivos en temas de corrupción, ostenta también gestiones políticas, como fue el apoyo brindado por el presidente de la Nación a un fiscal provincial que exhibe públicamen­te éxitos fatuos hasta la fecha.

La degradació­n de la Argentina comenzó con la descomposi­ción de sus institucio­nes. El “cambio” debe apuntar a lograr la credibilid­ad de la ciudadanía en la transparen­cia de la actividad del Estado. Ese objetivo sólo se logrará con un Poder Judicial independie­nte, silencioso, no corporativ­o y alejado de las influencia­s de los otros poderes. Para alcanzarlo, los jueces sólo deben apoyarse en las atribucion­es que les confiere la Constituci­ón Nacional.

* Doctor en Derecho, docente de la Universida­d Blas Pascal

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