Contradicciones innecesarias
El país y buena parte del mundo empalidecieron ayer a la mañana, cuando el capitán Enrique Balbi, vocero de la Armada, confirmó que se había registrado una explosión no nuclear en la ruta que seguía el submarino ARA San Juan, por las aguas del Atlántico Sur.
Esa explosión fue corta y violenta, explicó el marino, quien no pudo ocultar la preocupación en su rostro. Evidentemente, la suerte de los 44 compatriotas que integran la tripulación es el tema que más nos mantiene en vilo, luego de este desgraciado suceso.
Fue conmovedor ver por televisión a los familiares de los tripulantes, con sus afirmaciones desgarradoras. Esas palabras eran pura consternación e impotencia.
Los familiares y todos nosotros queremos aferrarnos a la esperanza y a encontrar una luz que indique cómo desandar el camino. No obstante, la realidad se muestra intransigente y no brinda indicios alentadores.
En el medio de toda esta situación, comienzan a darse algunos debates sobre fallas cometidas por la Armada, por el Gobierno y también por los medios de comunicación en la difusión de este hecho.
Se habla sobre las posibilidades de navegación del ARA San Juan, de las reparaciones que se le hicieron en los últimos años y también sobre la desinversión en las Fuerzas Armadas.
Voces muy críticas manifiestan que la defensa de la soberanía no figura entre las prioridades del Gobierno nacional.
Es verdad que las Fuerzas Armadas sufrieron una fuerte desinversión a partir de 1983, cuando felizmente Argentina recuperó su sistema democrático. Eso no fue una decisión improvisada. Fue una opción basada en una mirada ideológica, tendiente a neutralizar el poder militar que había derivado en una sangrienta dictadura.
Los presidentes que sucedieron al radical Raúl Alfonsín no se apartaron de esa idea; es más, en determinados períodos se profundizó la modestia a la hora de diseñar los presupuestos del sector militar.
La idea que se encontraba en la base de esta estrategia fue la de no dotar de poderío a las Fuerzas Armadas, con el claro propósito de evitar nuevos golpes de Estado.
Ahora, frente a este episodio impensado y doloroso, muchos advierten que en las arcas de las tres armas no hay respaldo económico. Y se quejan de que los gobiernos las dejaron a la deriva.
Este último razonamiento entra en franca contradicción con lo que se viene haciendo desde hace más de tres décadas.
Seguramente, el tema amerita un debate profundo y sincero de toda la sociedad: qué hacer con nuestras Fuerzas Armadas. Pero ahora estamos en otro proceso: queremos tener señales del submarino y soñamos con que sus 44 tripulantes se encuentren con vida, pese a la angustiante situación.