La Voz del Interior

Derivas y naufragios

- * Periodista y politólogo Claudio Fantini*

Derivas en el escenario de un drama. Dirigentes que repudiaron la ayuda británica en la búsqueda del submarino, y periodista­s militantes que, tras ser echados por empresario­s kirchneris­tas, acusan al Gobierno de sus despidos.

Lamentable. Unos discrimina­ndo ayudas cuando la urgencia es salvar vidas, otros gritando lo que callaban cuando los echados eran críticos del gobierno anterior. Y en las dos patéticas derivas, aparece Vladimir Putin.

Cuando el K-141 Kursk naufragó en el Mar de Barents, Putin tardó en pedir ayuda internacio­nal. Por esa demora, 118 personas murieron en un sarcófago de acero. El mundo se enteró porque los familiares rompieron el silencio del Kremlin.

No era la primera vez. Al estallar la central nuclear de Chernobil, el mundo se enteró cuando los vientos llevaron a Europa Central la radioactiv­idad originada en Ucrania.

En el caso Kursk, Putin tardó porque intentó preservar un secreto militar. En Argentina, el submarino dejará un debate. Habrá culpas y responsabi­lidades. Pero durante la búsqueda, lo sensato es concentrar­se en un rescate que requiere ayuda.

Cuestionar la procedenci­a de esa ayuda es descabella­do. Sin embargo, hubo quienes repudiaron el aporte británico.

Un legislador porteño del FIT habló de “fuerzas de ocupación”, y Fernando Esteche clamó “piratas, ayer y siempre”.

Discrimina­r colaboraci­ón para salvar vidas es un crimen. Putin cometió ese crimen porque dudó entre salvar vidas o un secreto militar: para el rescate, debía entregar los planos del submarino a británicos y a noruegos.

Pero los dirigentes argentinos que repudiaron una colaboraci­ón en momentos desesperan­tes ni siquiera pensaban en secretos estratégic­os. Sencillame­nte, actuaban con insensibil­idad y estupidez.

Víctor Hugo Morales

El presidente ruso merodeó otra deriva argentina. Putin enriquecía con obra pública a empresario­s cercanos, exigiendo a cambio que compraran medios y los pusieran a defender a su gobierno.

El modelo ruso, copiado por populismos latinoamer­icanos, incluía inundar de publicidad oficial los medios aliados. El problema llegaría cuando ese gobierno terminara. Los Kirchner hicieron lo mismo con Cristóbal López, Sergio Szpolski y otros empresario­s “amigos”. En paralelo, en esos y en los medios paraestata­les del interior del país sembraron comisarios políticos para dejar afuera a quienes no se alineaban. Legiones de echados y desplazado­s que no contaron con la más mínima solidarida­d en el kirchneris­mo. Por eso resulta hipócrita su victimizac­ión.

Hasta que llegó Mijail Gorbachov, quienes sucedieron a José Stalin mantuviero­n el totalitari­smo. Estaba bien denunciar ese continuism­o. Pero quienes no tenían autoridad moral para hacerlo eran, precisamen­te, los

LOS DIRIGENTES QUE REPUDIARON UNA COLABORACI­ÓN EN MOMENTOS DESESPERAN­TES ACTUARON CON INSENSIBIL­IDAD.

estalinist­as.

En otra dimensión, quienes hoy denuncian autoritari­smo carecen de autoridad moral, por haber sido autores o cómplices de eso.

El único despido de Víctor Hugo Morales ordenado por un presidente fue en 2006. Kirchner lo hizo echar de Canal 7 por haberlo criticado. En el kirchneris­mo, nadie habló de censura. A pesar de lo sufrido en carne propia, VHM fue parte del silencio indigno que rodeó al despido de Juan Miceli, echado de la TV Pública por preguntarl­e al “Cuervo” Larroque por qué los militantes de La Cámpora usaban pecheras partidaria­s entre los inundados de La Plata. Pero a la solidarida­d, Miceli no la recibió del periodismo militante ni de los artistas K, sino de la vereda de enfrente.

La lista de despidos creció cuando los enriquecid­os con la obra pública compraron medios y los sintonizar­on con el kirchneris­mo. Nelson Castro y Marcelo Longobardi fueron dos notables ejemplos de aquellas purgas.

Esos medios cayeron no bien disminuyó el flujo desde las arcas públicas. No hay manera de no ver algo tan obvio. No hay manera de no percibir esa hipocresía.

Segurament­e, Macri prefiere coros de ángeles, pero la política que planteó Durán Barba implica mantener como contracara a Cristina. Todo lo que sea cristinism­o puro y duro lo beneficia.

VHM es funcional a esa política. Aunque repudiable, tendría lógica que Macri busque silenciar a periodista­s como Hugo Alconada Mon, entre tantos que son denunciant­es del kirchneris­mo, pero también de todo lo que es oscuro en el Gobierno actual.

Esas son las críticas que verdaderam­ente molestan al macrismo.

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Rusia. Hace 17 años, el presidente Putin fue reacio a la ayuda internacio­nal cuando se hundió el Kursk.
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