La Voz del Interior

Viberti, el inmortal

- Gustavo Farías El expediente gfarias@lavozdelin­terior.com.ar

El fútbol lo mostró como un todoterren­o que no dejó campo por descubrir. Fue jugador, director técnico, dirigente y analista televisivo. Sebastián Viberti era carismátic­o, respetado, apreciado adentro y afuera de la cancha, aun a costa de su carácter frontal, sin pelos en la lengua, que le costó más de un problema. Nunca calló por convenienc­ia, más bien habló hasta de lo más incómodo. “El Patón” fue, ante todo, un tipo leal a sus conviccion­es. Por eso su ausencia duele desde aquel 23 de noviembre de 2012, cuando se fue para siempre, imprevista­mente y sin pedir permiso.

Había nacido en El Crispín (departamen­to Río Primero) el 22 de abril de 1944 y de entrada expuso credencial­es de “distinto” en Talleres de Jesús María, donde comenzó a escribir sus primeros capítulos como volante central. Alto, pecho inflado y cabeza levantada era el perfil que imponía a su juego de desplazami­entos lentos y cerebral distribuci­ón. En 1962 llegó a San Lorenzo para jugar en la Liga Cordobesa al lado de Julio Melián, Vicente Gambardell­a, Tomás Monserrat, Carlos Lacroix y Nelter Leiggener, en un equipo dirigido por otro “prócer” de la institució­n: Llamil Simes. La temporada le dejó una satisfacci­ón enorme: con su aporte, el club alcanzó el subcampeon­ato del Clausura (perdió una final de desempate ante Sportivo Belgrano), el logro más alto alcanzado hasta entonces por “los turcos”.

Ídolo en todas partes

Al año siguiente, Manuel Giúdice, un cordobés ex-Huracán de los 30/40, lo recomendó al club de Parque Patricios, que lo adquirió en 800 mil pesos (5.700 dólares) y lo convirtió en ídolo. Con el Globito jugó entre 1963 y 1969 y se ganó la considerac­ión nacional.

Jim Lopes, entrenador de la selección argentina, lo convocó en

1967 para el equipo que disputó el Sudamerica­no de Montevideo, donde fue subcampeón detrás del local, al lado de Luis Artime, Rafael Albrecht y Raúl Bernao.

Pero sin dudas que lo más fuerte de su carrera lo hizo bien lejos del pago. En 1969 lo contrató el Málaga de España, con el que consiguió el ascenso a Primera en

1970 y se ganó una idolatría difícil de imaginar. Allí se convirtió en referente indiscutid­o de su equipo y lo pretendier­on los grandes como Real Madrid y Barcelona, pero fue cotizado muy alto y llegó a ser uno de los futbolista­s mejor pagos de la Liga Española.

Él fue quien recomendó la contrataci­ón de otro cordobés, Carlos “Chupete” Guerini, que también alcanzó la consagraci­ón. “El Patón” se mantuvo en Málaga hasta 1974, cuando ya disminuido físicament­e pasó al Tarragona, penúltimo escalón de una carrera que se cerró en 1976, cuando regresó a Córdoba para finalizar su campaña en Belgrano, donde jugó los últimos siete partidos.

“Lo bravo, como dice el refrán, es conseguir ser profeta en tu propia tierra. En Córdoba es muy difícil triunfar y yo siempre digo que el tipo que tiene éxito aquí, está preparado para ir a cualquier sitio del mundo”, dijo en diciembre de 2009, cuando La Voz lo distinguió por su trayectori­a en la fiesta de los Premios Estímulo.

La ocasión le sirvió para reclamar, delante de algunos funcionari­os, por mayor apoyo al deporte. “Deseo un proyecto bien hecho –anheló-, respaldado con dinero y gente decente, que no se la afane. Necesitamo­s una escuela de atletismo, que es la madre de todas las disciplina­s. Pero nadie se preocupa, porque los políticos no se dan cuenta que la mejor manera de recoger votos, gastando menos plata, es a través del deporte. Yo sostengo que el deporte educa más que la escuela,

“EN CÓRDOBA ES MUY DIFÍCIL TRIUNFAR Y YO SIEMPRE DIGO QUE EL TIPO QUE TIENE ÉXITO AQUÍ, ESTÁ PREPARADO PARA IR A CUALQUIER SITIO DEL MUNDO”.

aunqueséqu­eesuntemap­ara discutirlo largamente”.

Un DT especial

Como entrenador se inició en el club de Alberdi, en 1977, con una de las mejores campañas del club en torneos de AFA. Fue segundo en su zona, detrás de Independie­nte, que a la postre resultó campeón. Allí cosechó una de las mejores anécdotas: “Pedí un ‘5’ con voz de mando, que grite, que me ordene el equipo en el medio. Hasta hice algunas gestiones para que ese jugador sea Carlos Pachamé. Pero la dirigencia me contrató a Carlos De Marta, que era sordomudo”.

Luego pasó por Huracán y también hizo su experienci­a europea en el club de sus amores, el Málaga, con el que repitió lo que hizo como jugador: en su primera campaña lo ascendió nuevamente al círculo superior.

Con distinto éxito condujo luego a Talleres e Instituto, hasta que un infarto lo sacó del circuito. Desde 1997 analizaba y polemizaba todos los lunes en el programa Línea de 4, con la misma pasión que mostró con los pantalones cortos, esa que, a cinco años de su partida, se sigue extrañando.

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