La Voz del Interior

No matarás, el mandamient­o que no rige en el Sinaí

- Pedro Luque pluque@lavozdelin­terior.com.ar

La península del Sinaí no fue siempre así. Hasta hace unos pocos años era un importante enclave turístico de Egipto, con playas saturadas de hoteles exclusivos, excursione­s por el desierto guiadas por expertos beduinos y una montaña donde, según el Antiguo Testamento, Dios le entregó a Moisés sus 10 mandamient­os. A la sombra del monte Sinaí, de casi 2.300 metros de altura, descansa el monasterio de Santa Catalina, uno de los más antiguos del mundo.

Pero el atractivo turístico de este árido triángulo de tierra, apenas un poco más grande que la provincia de Jujuy, se diluyó a partir de 2013, cuando un golpe de Estado sacó del poder a Mohamed Mursi, el primer presidente elegido de forma democrátic­a en la larga historia de Egipto.

Desde entonces, los grupos islamistas aumentaron su virulencia y los choques contra los militares laicos no han dejado de crecer.

La desolada península, con implacable­s desiertos al norte y rocosas montañas al sur, fue el lugar elegido para la resistenci­a. No sólo por su difícil orografía, sino también porque las fuerzas de seguridad egipcias sólo despliegan tropas limitadas al tratarse de un zona neutral desmilitar­izada entre Egipto e Israel.

A esto se le suma su estratégic­a ubicación: es el pedazo de tierra que mantiene unida a Asia con África, la puerta de acceso al inestable Medio Oriente, por donde discurre el Canal de Suez, que le ahorra la vuelta completa a África a los buques que circulan entre el Mediterrán­eo y el Índico.

Todas estas razones congregaro­n en la península a yihadistas experiment­ados de distintos países que se mezclaron en diferentes grupos y que dieron origen, en 2014, a Wilaya Sina (Provincia del Sinaí, en árabe), la filial egipcia del Estado Islámico (EI).

Es el grupo que hace tres años atacó un puesto militar y mató a 25 soldados, lo que llevó al Gobierno central a declarar el estado de emergencia en el norte de la península, donde se concentra la mayor parte de la violencia. Desde entonces, militares y milicianos mantienen una guerra sin cuartel que tiene de rehén a la población.

Con toques de queda y acceso denegado a la prensa, no se sabe qué sucede realmente en el Sinaí, salvo por los partes oficiales del ejército o por los mensajes de los terrorista­s para atribuirse atentados, como ocurrió en noviembre de 2015, cuando Wilaya Sina se adjudicó la caída del vuelo 9268, un avión ruso con 224 personas a bordo que se desplomó en la península. No hubo sobrevivie­ntes. Fue el atentado más mortífero que sufrió Egipto. Hasta ayer.

El futuro no es más prometedor para la península egipcia. Por el contrario, el repliegue del EI ante los avances militares en Irak y en Siria implica que miles de los yihadistas volverán a sus casas. Y el norte de África es una de las zonas que más milicianos aportaron a la organizaci­ón terrorista. Autoridade­s de Marruecos, de Túnez y de Egipto ya han advertido sobre este fenómeno.

El extremismo no se acaba. Sólo se muda de escenario.

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(AP) Hasta ayer, el peor. A fines de 2015, un avión ruso con 224 personas a bordo fue derribado en el Sinaí. Yihadistas se atribuyero­n el atentado.
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