La Voz del Interior

“La política de drogas no tiene en cuenta la evidencia científica”

La experta del Conicet asegura que se habla poco de los efectos neurológic­os de las sustancias. Uso medicinal y rol de los genes.

- Lucas Viano lviano@lavozdelin­terior.com.ar

El consumo de drogas es un problema complejo. Una de sus aristas es cómo estas sustancias afectan el cerebro. Liliana Cancela es investigad­ora principal del Conicet y de la Universida­d Nacional de Córdoba. Hace más de 20 años que trabaja en este tema.

Asegura que las políticas sobre drogas no tienen en cuenta la evidencia científica que hay sobre el daño neurológic­o que generan. También clarifica algunos aspectos sobre el uso medicinal de la marihuana y advierte sobre los peligros de las drogas psicodélic­as a pesar de que no generan tanta adicción.

–¿Por qué una sustancia gene- ra adicción?

–De tres millones de sustancias, sólo unas 100 generan adicción. Pueden ser sustancias con efectos diferentes, pero tienen en común que activan una determinad­a química cerebral de la recompensa. La mayoría también liberan dopamina y otros neurotrans­misores que interactúa­n con esta hormona neurotrans­misor. Sensibiliz­an estos circuitos. Esto significa que ante cada dosis, la respuesta se va intensific­ando y no sólo con la droga que se está consumiend­o en ese momento, sino con otras sustancias.

–¿Entonces es correcto decir que algunas drogas funcionan como puerta de ingreso a otras?

–Sí. Las drogas “blandas” inician el camino para las drogas “duras”. Van sensibiliz­ando el circuito, no importa que sean drogas de efectos diferentes. Todas sensibiliz­an los procesos químicos de los circuitos de la recompensa. Las personas se vuelven más vulnerable­s a la adicción.

–¿Cuál es la influencia de los genes en la adicción a las drogas?

–Algunos cambios genéticos presentes en ciertas personas aumentan hasta en un 60 por ciento la posibilida­d de que se vuelva adicto a algunas drogas. Son polimorfis­mos genéticos y cambios en los aminoácido­s de los receptores opioides, donde actúa la heroína, que aumenta la predisposi­ción a la adicción a drogas.

–¿Tiene más peso este aspecto genético o los aspectos socioambie­ntales de los que siempre se hablan?

–Nunca la genética es determinan­te. Algunos genes influyen, por ejemplo, los asiáticos metaboliza­n distinto el alcohol. Pero siempre el ambiente tiene la posibilida­d de modificar y atenuar esos factores genéticos.

–¿Alguna vez habrá un test genético que pueda detectar esta predisposi­ción genética a la adicción?

–Cada vez se detectan más biomarcado­res, que permiten anticipar la activación de un sistema cerebral y la respuesta de nuestro organismo frente a las drogas, sin necesidad de invadir el cerebro de la persona. Es un campo científico que está creciendo mucho.

–¿En qué medida las políticas públicas para tratar la adicción tienen en cuenta las investigac­iones científica­s?

–Las políticas públicas sobre drogas no tienen en cuenta la evidencia científica. Por ejemplo, no hablan del impacto neurobioló­gico de las drogas en el cerebro y cómo eso impacta en la conducta. Es informació­n que la gente debería conocer porque si decide consumir, debe conocer las consecuenc­ias. El mensaje es que con la legalizaci­ón se soluciona todo porque desaparece el narcotráfi­co. Pero ese es un mensaje muy fuerte

“HAY QUE HABLAR DEL IMPACTO NEUROBIOLÓ­GICO DE LAS DROGAS. DEBEN SABERLO QUIENES CONSUMEN”.

que no tiene en cuenta los efectos de las drogas en el cerebro.

–Pero las campañas sobre drogas hablan de los problemas del consumo.

–Las causas de la adicción son múltiples: vulnerabil­idad social, predisposi­ción genética, factores económicos e hiponutric­ión, entre otras, pero una vez que el consumo de drogas se instala, la persona desarrolla una enfermedad. Y se trata al paciente como si tuviera sólo un problema social cuando también necesita otro tipo de respuestas para tratar su adicción.

–¿Cómo sus investigac­iones con modelos animales pueden impactar en la salud pública?

–Los modelos animales sirven para reproducir síntomas que ven en seres humanos y probar tratamient­os. Por suerte, los roedores prefieren las drogas como los humanos. Hay transmisor­es que se han mantenido en la escala evolutiva. Lo que encontramo­s en estos modelos es predictivo de lo que ocurre en las personas. Luego hay que pasar a estudios clínicos. Ya hay ensayos en humanos que se están realizando en EE.UU. a partir de nuestras investigac­iones.

–Se habla de que los psicodélic­os no generan adicción. ¿Deberían dejar de prohibirse? –El LSD no libera dopamina por lo que no genera adicción, pero en

organismos vulnerable­s puede desencaden­ar una psicosis y provocar flashbacks, viajes al pasado, que pueden desencaden­ar una enfermedad mental. Lo mismo ocurre con la ayahuasca, aunque se trata de una mezcla de drogas que es mucho más peligrosa. Las drogas sintéticas como la metanfetam­ina y el éxtasis también tocan serotonina y no tanto dopamina por eso no son tan adictivas, pero son peligrosas por su toxicidad.

–En Argentina hubo un fuerte debate sobre el uso medicinal del cannabis. ¿En qué está probada su efectivida­d?

–Primero, hay que aclarar que no se trata de fumar marihuana. En Argentina sólo está aprobada para la epilepsia refractari­a. Hay controvers­ia sobre su uso como analgésico para dolor neuropátic­o y no neuropátic­os y como antiinflam­atorio en artritis. Y está bastante aceptado su uso como antiemétic­o en pacientes con sida. El principio activo es el canabidiol y no el THC (el psicoactiv­o), aunque para que el primero sea efectivo para la epilepsia, se necesita que el extracto tenga un poco de THC. –¿Cuáles son los efectos negativos de la marihuana?

–En individuos vulnerable­s puede precipitar esquizofre­nia. El consumo crónico provoca una baja en el coeficient­e intelectua­l.

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(NICOLÁS BRAVO)

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