La Voz del Interior

La verdad y el duelo mirando al mar

- Alejandro Mareco Albures argentinos

búsqueda seguirá igual, por si quedara la mínima luz de un milagro, pero ahora sobre todo con el objetivo de encontrar la nave y los cuerpos”.

Esta es la frase que desde el jueves atraviesa el corazón de los argentinos y el entendimie­nto de la comunidad internacio­nal.

Es la que ha desatado en los ojos y en el pecho de los familiares de los tripulante­s el estrujante nudo de angustia que apretaba cada vez más al final de cada uno de estos días de zozobra sin fondo.

Es la que hizo que las ediciones de los diarios del viernes, de aquí y más allá, abrieran con escenas de desconsuel­o expuesto, de desnuda desolación.

Es la que no se puede quitar de los sentimient­os y los pensamient­os de estas horas.

Es la frase de todo este dolor. Pero nadie la ha dicho, ni así ni de un modo parecido. No ha salido de la boca de ninguna autoridad, de ningún vocero, pero es la frase imaginaria más real de estos días, la que más verdadera se siente.

La verdad siempre es un bien esquivo, en todos los tiempos y en todas las relacione entre los hombres y el poder, aunque parece que las estructura­s que nos separan de ella se vuelven cada vez más fuertes. Es como si la realidad se organizara en capas: eufemismos, medias verdades, verdades ausentes.

Algunos de los familiares de los tripulante­s revelaron que a ellos sí les dijeron algo contundent­e: “Están todos muertos”; “arrojen sus flores al mar”. Pero sus entendimie­ntos se fracturan, se rebelan, cuando encuentran que esa no es la verdad que se dice frente a un micrófono.

El viernes, luego del impacto de la noticia, una carta escrita por Stella Maris Romero, hija de un tripulante del buque de salvamento ARA Guaraní, hundido y desapareci­do en 1958 en el mismo mar, aportó una conmociona­nte perspectiv­a: “Me asombró la similitud de los discursos, la siembra de esperanzas que nunca se realizarán”, escribió la mujer, que entonces tenía 10 años. Y dejó otra frase aún más inquietant­e: “Ojalá los encuentren aunque sea muertos, porque hacer un duelo mirando el mar no sirve para nada”

Sí, se necesita encontrarl­os. Para ofrendarle­s honor y afecto, para que el duelo pueda mirar a los ojos de la verdad; para que sus valerosos destinos no se hundan en la eterna soledad de los misterios definitivo­s.

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