La Voz del Interior

Día mundial del sida: “Pensar en los otros me ayudó a convivir con el VIH”

Belén se enteró de que tenía VIH cuando era una adolescent­e feliz, y dice nunca había imaginado que podría adquirir el virus. Para ella es básica la educación sexual y subraya que cuidarse es una responsabi­lidad compartida.

- Marcela Fernández mfernandez@lavozdelin­terior.com.ar

Belén Barrionuev­o es una chica hermosa de 28 años que, un día, hace más de una década, se enteró de que tenía VIH.

Su historia de algún modo encarna la situación del virus en la provincia, donde en los últimos cinco años la tendencia muestra que los infectados, tanto varones como mujeres, son cada vez más jóvenes. Además, los datos confirman que la epidemia es cada vez más femenina: mientras en 1987 había 19 varones con la infección por cada mujer, hoy la relación es de una mujer cada dos varones.

A su vez, el 97 por ciento de los nuevos diagnóstic­os son por relaciones sexuales sin protección. Y entre las mujeres, el 93 por ciento de los casos se vinculan a relaciones sexuales con varones, que con frecuencia son su pareja estable. Tal como le ocurrió a Belén.

Ella, como muchas otras mujeres, descubrió que tenía VIH durante el embarazo y desde entonces su vida fue otra. Dejó la escuela y se aisló durante mucho tiempo, pero después resolvió que no tenía que dejar que el VIH le quitara la felicidad ni los sueños.

“No es fácil, pero se puede. Sólo el tiempo ayuda a poner cada cosa en su lugar”, asegura.

Ahora hace ya muchos años que tiene una nueva pareja, que siempre supo su situación, y tres hijos, ninguno de los cuales tiene la infección. Desde hace tres años tiene carga viral indetectab­le, buena salud y una vida normal, al margen de los tres antivirale­s que toma cada noche antes de dormir.

Al diagnóstic­o se lo dieron en el Hospital Materno Neonatal, adon- de llegó derivada desde Colonia Caroya, donde vive, por pérdidas en el embarazo.

Antes se había hecho la serología de rutina en otro hospital de la ciudad de Córdoba, donde le dijeron que le tenían que tomar una nueva muestra, pero, por las pérdidas, no pudo volver a buscar los resultados. “Eso fue porque el primer test había dado positivo y necesitaba­n hacer el análisis confirmato­rio”, cuenta.

“En el Neonatal me volvieron a hacer los tests y me dijeron que algo había dado mal. Yo creía que tenía anemia, que era un problema que había tenido . Vi que el cartel del consultori­o decía ‘infectolog­ía’, pero nunca se me pasó por la cabeza que podía tener VIH”, dice.

“Desde el momento en que la médica me dijo que tenía el virus, veía todo borroso por la forma en que lloraba. Y pensaba ‘qué le digo a él’, ‘qué le digo a la gente’, ‘qué hago con mi hijo’, porque estaba embarazada de seis meses, y pensaba que me lo iban a quitar o que no lo iba a poder tener”, cuenta.

“Pero la médica me dijo que me iba a morir de vieja, que no me iba a morir de esto, y que mi hijo iba a nacer sano. También me explicó el tratamient­o y me dijo que me tomara una semana para llorar, gritar y patalear. Todavía no sé cómo me fui del hospital ni cómo volví a mi casa. Esa noche hablé con mi pareja. Y a las cinco de la mañana me tomé el primer colectivo a Córdoba, y a las ocho estaba en el Neonatal para empezar el tratamient­o”, relata.

“Hice eso porque yo me podía tomar una semana para entender lo que me estaba pasando, pero mi bebé no podía esperar”, dice.

Hizo el tratamient­o, tuvo una cesárea, el bebé recibió la medicación preventiva, todos sus análisis dieron bien, y al año y medio le confirmaro­n que era negativo. Pensar en los otros

“La preocupaci­ón por mi hijo fue lo que me ayudó a encarar el tema, porque cuando te dan el diagnóstic­o es como si te dijeran que la persona que más amás se murió, es una soledad total, un dolor en el alma que uno sabe que por más que grite no se va a ir”, cuenta, y dice que lo primero que hizo fue informarse sobre el tema y, después, sumarse a grupos de pares.

Al principio sólo supieron su madre, su hermana y su cuñado. También habló con sus compañeros de la escuela, uno de los cuales es su actual pareja. Más adelante, cuando retomó el secundario, se sumó al grupo Adolescent­es contra el Sida de Jesús María, donde participó activament­e, aunque tardó cinco años en compartir con sus compañeros que tenía VIH.

“Lo que me ayudó fue la solidarida­d, ayudar a los demás que estaban pasando lo mismo que yo, y fue la forma en que se empezaron a ir los miedos. Con el tiempo me di cuenta de que el VIH me ayudó a ser mejor, porque me cuido más y valoro a los demás”, dice.

“Nada” era lo que sabía Belén sobre el VIH cuando se lo diagnostic­aron. “Era la adolescent­e típica que nunca le prestó atención al tema porque creía que era cosa de los demás y que había que llevar una vida totalmente distinta a la mía para tenerlo”, dice.

“Por eso les digo que aprovechen cuando el tema se toque en las escuelas y que, si no se toca, lo pidan. Porque si en mi escuela hubiera habido educación sexual, tal vez yo no lo tendría. Y que se cuiden y sepan que la responsabi­lidad de usar preservati­vo siempre es de los dos, y no sólo del varón”, finaliza.

ERA LA CHICA TÍPICA QUE CREÍA QUE EL VIH ERA COSA DE LOS DEMÁS, Y QUE HABÍA QUE LLEVAR UNA VIDA MUY DISTINTA A LA MÍA PARA TENERLO.

Se realizarán análisis de VIH, de sífilis y de hepatitis B y C.

Se realizará hoy entre las 10 y las 16, en forma gratuita, voluntaria y confidenci­al a quienes lo deseen. La actividad es impulsada por el Ministerio de Salud de la Provincia, el Hospital Rawson, la Secretaría de Salud Municipal, el Programa de Sida Córdoba, la Universida­d Nacional de Córdoba y organizaci­ones de la sociedad civil.

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(FACEBOOK) Mamá y en pareja. Belén decidió que el VIH no le debía quitar ni la felicidad ni los sueños.
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