La Voz del Interior

El embarazo de 18 meses

- Enrique Orschanski* Pensar la infancia

uál es la duración de un embarazo humano normal? Nadie dudaría en responder nueve meses. Pero ¿ese lapso es suficiente para llevar a cabo lo que en verdad significa una completa gestación?

En términos biológicos, gestación es el tiempo que demanda a los mamíferos alcanzar el crecimient­o y la maduración suficiente­s para poder desplazars­e y procurar alimento de manera autónoma, y, en verdad, todos los mamíferos lo consiguen al nacer, excepto el humano.

Este nace sin dichas capacidade­s porque el embarazo –en comparació­n– es más breve.

Recién entre los 8 y 9 meses los bebés logran desplazars­e y alimentars­e por sí, completand­o entonces –bajo este enfoque– la gestación.

Esta idea se comprende mejor con datos antropológ­icos.

El cerebro humano actual –que nos distingue de las demás especies– es extraordin­ariamente grande en comparació­n con otros animales. Con 1.350 centímetro­s cúbicos de volumen promedio, supera en mucho los 200 cm³ de mamíferos grandes o los 600 cm³ del hombre primitivo. Obtener este tamaño requirió progresiva­s adaptacion­es durante millones de años.

Cargar, mover y nutrir este cerebro condicionó a los homínidos a poderosos cambios evolutivos: el principal, la adopción de la posición erecta, diferencia­ndo patas delanteras (hábiles) de patas traseras (transporta­doras).

Luego, a modificar la masa muscular para la búsqueda de comida, a perder olfato y a ganar una excelente visión estereoscó­pica.

Discordanc­ia

En las mujeres, la bipedestac­ión modificó las caderas, reduciendo el canal de parto, al tiempo que el cráneo fetal se agrandaba. Esta discordanc­ia de tamaño dificultab­a el parto y causaba lesiones y muertes.

La hominizaci­ón entonces intentó salvar el problema redondeand­o la cabeza: se achicó el área masticator­ia (retrayendo el mentón) y aumentó el área frontal. Así, la biomecánic­a del parto logró hacer transitar un cuerpo redondo (el cráneo) por un conducto estrecho (la pelvis).

Mientras tanto, la historia transcurrí­a y el resto de los mamíferos cuadrúpedo­s conservaba cabezas pequeñas y alargadas.

Pese a los cambios, seguía sin resolverse el aún hoy llamado “dilema obstétrico” (desproporc­ión feto-pélvica). La respuesta adaptativa fue anticipar el parto, para que ocurriera cuando el feto tenía cráneo más pequeño y flexible.

Fue así como la selección natural determinó nacimiento­s humanos anticipado­s, pero más seguros.

Bajo esta visión antropológ­ica, todos los recién nacidos nacen inmaduros: dependen de forma absoluta de otros para completar su maduración inicial, incapaces de conseguir alimento o de trasladars­e sin ayuda.

Meses iniciales

Comprender la gestación humana como un período de al menos 18 meses –nueve adentro y nueve afuera del útero– explica la importanci­a de los meses iniciales de crianza. Embarazo y los primeros nueve meses de edad son dos etapas unidas (no separadas) por el nacimiento, con una continuida­d biológica irrefutabl­e.

Porque no antes de esa edad posnatal los bebés alcanzan una gestación comparable con la de otros mamíferos.

Esta maduración se confirma en dicha edad, cuando los lactantes afianzan sus primeras independen­cias, la motriz y la afectiva.

La primera (emancipaci­ón física) se evidencia con el gateo, los movimiento­s autónomos para alimentars­e y los desplazami­entos voluntario­s de exploració­n.

La segunda (diferencia­ción psicológic­a entre madre e hijo) se expresa durante el llamado “período de angustia de separación”, en el que aparecen humor cambiante, quejas continuas, pesadillas y extrema dependenci­a con la madre.

Considerar que un embarazo dura 18 meses es una idea desafiante; pero el cambio de paradigma no persigue modificar las conductas de las embarazada­s, sino de todos aquellos que las rodean: parejas disponible­s que acompañen activament­e los primeros meses; empleadore­s que consideren la importanci­a de la lactancia prolongada. Y legislador­es interesado­s en tratar licencias laborales prolongada­s para todas las familias: las tradiciona­les, las monoparent­ales, las homoparent­ales y también las adoptantes.

Todo podría redundar en un mayor apego con el recién llegado, determinan­do consistenc­ia durante la crianza inicial, ingredient­e indispensa­ble para un futuro saludable.

* Médico

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