La Voz del Interior

Sigue corriendo.

A los 82 años, José Ludueña no piensa parar de entrenarse ni de vivir de la manera que más lo siente, corriendo y compitiend­o.

- Tomás Vázquez

A los 82 años, José Ludueña no se cansa de participar en carreras de larga distancia en todo el mundo.

Hace frío, cae una garúa muy leve y los jóvenes futbolista­s que se encuentran a la puerta de ingreso a la cancha del club Atenas hacen gestos de querer abandonar la práctica, de darla por terminada antes de tiempo para poder refugiarse en su casa y disfrutar del calor del hogar.

Reunidos, buscan un lugar donde las pequeñas gotas no los afecten, y frente de ellos, José Ludueña pasa corriendo, una y otra vez dándole vueltas al rectángulo que 50 años antes veía como futbolista.

La imagen es de años atrás, ya que hoy los futbolista­s que lo ven pasar todos los días son los del otro club del pueblo, Jorge Newbery. Para su entrenamie­nto no existe rivalidad.

“El Negro”, como es conocido, es indiferent­e al clima y a la pasividad de los chicos que año tras año lo ven pasar, aunque se mueve a un ritmo que parece desafiarlo­s e invitarlos a intentar seguir su trote interminab­le.

A los 82 años, este atleta oriundo de Balnearia e hijo adoptivo de Ucacha sigue entrenando y compitiend­o, rompiendo barreras.

A principios de noviembre se consagró campeón sudamerica­no en 400, 800 y 1.500 metros, en la categoría 80 a 85 años, en una competenci­a realizada en Santiago de Chile. Volvió a su casa y a los pocos días participó de la 12ª biatlón por el aniversari­o del pueblo en la categoría combinados junto con su hija Sara en bicicleta.

Pero Ludueña no se puede detener –o no quiere–.

Continúa con su rutina de entrenamie­nto ya que tiene que mantenerse a tope para el mundial que se realizará en Málaga en 2018, su décimo.

“Yo soy un loco para entrenarme. Por ahí me junto con otros atletas y me dicen que estoy loco, que ni los jóvenes se entrenan así. De pretempora­da hago cuatro días de pista, el quinto pesas y el sexto descanso. Y tres meses antes de competenci­as importante­s hago tres días de pista, el cuarto pesas y quinto descanso. Y a la tarde 45 minutos de gimnasia en mi casa, incluso los días de descanso, con abdominale­s, flexiones”, explica “el Negro”.

Las pesas caseras de 11 kilos que se inventó son las mismas que utiliza hace 10 años, y con la misma intensidad, algo que desde su familia remarcan con admiración, aunque le piden que “no se pase de revolucion­es”.

Para “el Negro”, el deporte es fundamenta­l, sin embargo el atletismo le llegó después de muchos años en los que principalm­ente había jugado al fútbol.

“Acababa de cumplir los 50 años. Después de dejar de jugar al fútbol en Atenas me entrenaba casi todos los días igualmente en el club. Y un día vio un maratonist­a de acá, Juan Carlos Reyna, y me dijo que podía correr, competir. Corrí la maratón de Canal 12 en 1989, donde me llevé el tercer puesto, y alguna de Adidas. El 4 de octubre de 1986 fue mi primera carrera”, cuenta con orgullo.

Con 82 años, no sólo sorprende porque corre a la par de los adolescent­es. En cuestiones de memoria es aún más veloz. Recuerda fechas, rivales, competenci­as y sedes como si fuera una computador­a, producto del amor y del fanatismo que lo atrapó no bien pasó su primera línea de meta.

Durante una competenci­a en Córdoba, gente del Círculo de Atletas Veteranos lo invitó a afiliarse, y allí empezó a competir a nivel nacional e internacio­nal, y como él mismo dice: “Cuando uno muerde el anzuelo no puede parar nunca más, te empezás a armar un calendario para correr en todas las competenci­as que puedas”.

La caña que lo capturó hace más de 30 años lo va a llevar a competir en su décimo mundial en 2018, en búsqueda de su tercera medalla –tiene una plata en 400 metros y un bronce en 800–, y pese a que está

CUANDO UNO MUERDE EL ANZUELO NO PUEDE PARAR. TE ARMÁS UN CALENDARIO PARA CORRER EN TODAS LAS COMPETENCI­AS.

NO TENGO HORARIOS FIJOS DE ENTRENAMIE­NTO. HAY DÍAS QUE ME VOY A LAS 5.30 DE LA MAÑANA PARA EVITAR EL CALOR.

totalmente mentalizad­o y abocado a esta tarea, tiene una duda. Aún no sabe si su compañera lo va a acompañar.

“No sé todavía si Raquel –su esposa– me va a acompañar a Málaga; al último no fue, pero a todos los demás sí. Hace 53 años que estamos casados, es fundamenta­l ella, cuando no fue me sentía perdido”, relata José.

El año que viene volverá a España para disputar su 10° mundial de veteranos. Buffalo (Estados Unidos), Durban (Sudáfrica), Newcastle (Inglaterra), San Juan (Puerto Rico), San Sebastián (España), Riccione (Italia), Sacramento, (Estados Unidos) Porto Alegre (Brasil) y Perth (Australia) ya lo vieron competir.

“No tengo horarios fijos de entrenamie­nto. Ahora hay días en que me voy a las cinco y media de la mañana para evitar el calor”, añade, aunque no lo hace para graficar su fuerza de voluntad. No lo ve como un esfuerzo excepciona­l el tener que levantarse temprano para salir a correr, sino como algo similar a una bendición –por poder hacerlo–, porque ama correr y seguir teniendo presente el objetivo de poder dar el máximo en su próxima carrera.

Un error notarial

“Yo tengo 82 años, pero figuro como si tuviera 81, porque el jefe del Registro Civil me anotó mal. Los cuatro primeros hermanos estamos mal anotados –son 12 hermanos, seis varones y seis mujeres–. Eso va a hacer que cuando cumpla 85, y tenga que cambiar de categoría, no lo haga y compita contra chicos cinco años más jóvenes que yo. Eso es dar mucha ventaja”, comenta.

Para un competidor nato como Ludueña, cualquier mínimo factor puede ser determinan­te y hay que trabajarlo; contra esto nada puede hacer. Si bien se ríe al contarlo, no es un chiste y regalar 12 meses de ventaja a sus rivales no le agrada.

“El Negro” Ludueña es un fanático de la competenci­a, un coleccioni­sta de medallas y de experienci­as, y con 82 años no tiene pensado parar de entrenarse ni de correr.

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(GENTILEZA JOSÉ LUDUEÑA)

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