“El reclamo del pueblo mapuche es lúcido”
El sacerdote dice que les corresponde a los nativos la propiedad de la tierra porque la conquista no da derechos absolutos. Defiende la legitimidad de los planteos, pero no acepta la violencia.
Horacio Saravia es un obstinado defensor de las reivindicaciones ancestrales de los pueblos indoamericanos y amplificador infatigable de las voces de los “nativos silenciados”.
Hijo de madre colla y de padre mestizo, nació en “El Alfarcito”, pueblo que se asoma a la Quebrada de Humahuaca (Jujuy) desde la falda del cerro homónimo, en un recodo del río Huasamayo.
Ese desfiladero andino –recuerda el cura– estuvo poblado desde comienzos de la era cristiana por comunidades ancestrales.
Ya en Córdoba, como pastor de la parroquia de Alberdi, participó en
1992 en la fundación del Instituto de Culturas Aborígenes.
El ICA surgió como un espacio de reflexión y contrafestejo del quinto centenario de la conquista de América, con el propósito de promover la participación activa de las culturas aborígenes en la sociedad contemporánea, en el marco del respeto a la diversidad y al pluralismo cultural.
La institución acaba de cumplir
25 años y por estos días, en su sede de Enfermera Clermont 130, estudiantes, docentes y feligreses observan con atención y pasmo la situación mapuche en la Patagonia andina.
“Si hay un reclamo legítimo y justo de los originarios de nuestro continente es el de la tierra, porque el hombre y los pueblos necesitan de ella para vivir, para desarrollar su cultura, para conservar la identidad”, inicia Saravia la conversación con La Voz en la iglesia del cementerio San Jerónimo.
Refuerza la certeza con otro concepto: “La conquista no da derechos absolutos, sobre todo cuando se logra con la fuerza de las armas y el ejercicio de la violencia”.
Planteadas las consideraciones, valora como “justo y legítimo” el reclamo de las comunidades mapuches de las tierras que –entiende– “les pertenecen porque están allí desde antes de la organización del Estado; la preexistencia étnica debe reconocerse y respetarse. No hay razón para que vivan de alquilado si son las dueñas ancestrales del territorio”, dice.
Apropiación dudosa
El sacerdote recuerda que este pueblo “fue arrinconado en la cordillera de los Andes por la fuerza militar que ejercieron contra ellos (Juan Manuel de) Rosas, primero, y (Julio Argentino) Roca luego, en la primera y segunda Conquista del Desierto”.
En consecuencia –plantea–, “en la transferencia de la propiedad de esas tierras no medió un boleto de compraventa. Por lo tanto, la apropiación es dudosa desde lo jurídico porque fue por imperio de las armas. Sólo hubo conquista”, remarca.
Se atreve a forzar el argumento trazando un parangón con la causa Malvinas. “Si aceptáramos que la conquista por las armas otorga derechos absolutos, ¿qué sentido tendría el reclamo legítimo y justo de los argentinos por las Malvinas si Inglaterra las consiguió con prepotencia militar y con una guerra?”, reflexiona.
Lúcidos, no violentos
Para el cura párroco, si bien “el avasallamiento del pueblo mapuche viene desde hace rato, el actual Gobierno nacional ha demostrado una ambición desmedida por ocupar las tierras que reclaman los hermanos nativos y por defender los intereses de empresarios extranjeros, como (Luciano) Benetton”, reprocha.
“Lamento mucho que, en procura de esos objetivos mezquinos, mienta de la manera que lo hace en relación con la situación del pueblo mapuche, porque está creando realidades que no existen en beneficio propio o de extranjeros muy poderosos”, interpreta.
Y aclara sus críticas.
“(El Gobierno) sostiene que los mapuches son chilenos, cuando la verdad histórica dice que no sólo se desplazaban de un lado a otro de la cordillera, sino que se movían del océano Pacífico al Atlántico a través del territorio del que fueron expulsados por la fuerza de las armas”, apunta.
“También (la administración central) asegura que son violentos y doy fe de que no están organizados para la violencia, la que no aceptaría de ningún modo. Lo digo por experiencia propia y por la relación que mantengo con los hermanos en el sacerdocio monseñor (Juan José) Chaparro (obispo de Bariloche) y el padre (Ángel) Tissot”.
Se refiere al cura salesiano que conoció de cerca a Rafael Nahuel, el joven supuestamente asesinado durante un operativo represivo de Prefectura, en Villa Mascardi, Río Negro.
“Creo que es un pueblo tremendamente lúcido, muy bien informado y consciente de sus derechos; pienso que es eso lo que más molesta a los poderosos; preferirían que fueran ignorantes”, concluye Saravia.