La Voz del Interior

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- Edgardo Moreno Conflicto y consenso emoreno@lavozdelin­terior.com.ar

Manuel Valls no era un cuatro de copas para el socialismo francés cuando decidió romper con su historia y sumarse a una nueva mayoría recién nacida, la de Emmanuel Macron. Fue el secretario general de su partido. Creció admirando la tercera vía de Tony Blair y el liberalism­o de Bill Clinton en la década de 1990. Llegó a primer ministro y sin embargo se fue.

Impresiona escucharlo ahora: no se están acabando los valores del progresism­o que defendiero­n desde hace más de un siglo los socialista­s, pero la socialdemo­cracia se está muriendo.

Un testimonio así de claro sobre la volatilida­d actual de la política europea confirma una observació­n reciente del politólogo Andrés Malamud.

Las transicion­es de las que habla Malamud son profundas: el poder se traslada hacia Oriente, la tecnología inventó un mundo con menos trabajo, la demografía ya da testimonio de una humanidad más vieja. El cruce de estas transforma­ciones genera la ausencia de una matriz común que explique todo.

Incluso antes de las primarias de agosto, Malamud proponía un criterio para interpreta­r el nuevo escenario: en un mundo sin patrón, el kirchneris­mo y Cambiemos creen que hay patrones claros. “Para Cristina, el mundo se nos cae encima. La solución es correrse. Para Macri, el mundo es una oportunida­d. La solución es volver”.

A dos años de la asunción de Macri, esa clave de lectura puede servir para entender las ideas que la política ha propuesto en Córdoba.

Aunque su desarrollo electoral siempre fue acotado, el progresism­o ha sido siempre una minoría intensa en la provincia. Ha cooptado buena parte de los recursos económicos e institucio­nales de la cultura oficial. Desde allí ejerce sin remilgos el patrullaje de la corrección política.

¿Por qué, entonces, su fracaso para percibir el rumbo de las preferenci­as sociales? Para decirlo como Valls: porque antes que sus liderazgos, son sus ideas las que están muriendo.

Los foros donde discuten reiteran conceptos que cada vez explican menos. Hegemonía y contrahege­monía. Sujeto histórico y contradicc­ión principal. No es que haya desapareci­do el conflicto. Son las viejas ideas las que no alcanzan para explicarlo.

Sus sociólogos advierten de que la base social se fragmentó entre trabajador­es formales y desemplead­os con subsidio. Sostienen que el problema del peronismo –Cristina incluida– no es que tiene una sociedad fracturada, sino que carece de una elite para coordinarl­a.

Y hasta ahí llegan. Hasta el dilema del huevo y la gallina.

El kirchneris­mo fue el avance más profundo que obtuvo el progresism­o para hacer de sus conviccion­es la neurona y el músculo del mito peronista. El sueño inconcluso de la generación de la década de 1970.

A los dos años de abandonar el poder, esa imaginería estalló. Poco importa si fue la causa o la consecuenc­ia del triunfo de Cambiemos. El dato irrefutabl­e es el estallido, del cual existen pruebas adicionale­s. Los últimos intentos teóricos del progresism­o para adaptarse a los cambios naufragaro­n. Ernesto Laclau compartió la suerte de Julio Grondona. Se fue antes de dar las explicacio­nes. Hubiese sido interesant­e escuchar sus argumentos para justificar al chavismo más reciente o el apoyo de sus apóstoles al supremacis­mo catalán.

Pero en Córdoba el oficialism­o provincial preservó a sus ideas del último fracaso posmarxist­a. Osciló entre la reivindica­ción del santoral del peronismo histórico y

A DOS AÑOS DE MACRI, HAY UNA CLAVE PARA ENTENDER LA EVOLUCIÓN DE LAS IDEAS EN CÓRDOBA.

la proposició­n de una renovación republican­a.

El problema es que, en la divisoria de aguas entre los que huyen del mundo y los que proponen salir a buscarlo, el dueño de la novedad fue Macri. Y se llevó los votos.

El reverso de la moneda no es tan oscuro. El regreso al mundo incierto ocurrió en un contexto inédito de bajas tasas de interés. Córdoba consiguió financiami­ento para un vasto plan de obras. Es una forma de decirlo. La otra es que pasó mientras tanto de cenicienta a millonaria con un portentoso plazo fijo en dólares.

¿Influirá cuando dentro de dos años los liberales de Macri y los republican­os de Schiaretti discutan menos sobre la coincidenc­ia de sus ideas y más sobre sus discrepanc­ias para el reparto del poder real?

Más allá de esa disputa y si se mira el conjunto, una vasta mayoría empuja a Córdoba hacia un nuevo laboratori­o de ideas.

No es una mala noticia. El escritor canadiense Steven Pinker suele criticar a los medios porque nunca hay un jueves de marzo que merezca un gran titular. También se lo puede contradeci­r.

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