La Voz del Interior

Decisiones peligrosas

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El mundo no necesitaba ni un gramo más de tensión, pero, ajeno a este dato, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, apeló al recurso de apagar un incendio aportando un poco de combustibl­e. Y lo hizo en uno de los puntos más sensibles del planeta desde 1948 hasta la fecha: el Cercano Oriente.

La decisión anunciada por la Casa Blanca de reconocer a Jerusalén como capital del Estado de Israel es todo lo que se necesitaba para dar por tierra con los tibios avances logrados en materia de distensión y para poner en movimiento un mecanismo de relojería harto peligroso.

Es cierto que lo anunciado forma parte de las promesas que el primer mandatario norteameri­cano formuló durante su campaña, acordes con el ala más dura del Partido Republican­o.

Trump no hace sino avanzar en el desmontaje de esa multilater­idad que detesta. No lo es menos que quizá se trate de cambiar el foco de la noticia, habida cuenta de que no logró aliados en su cruzada por instalar a Corea del Norte como el nuevo peligro mundial.

A la vez, enfrenta ya los requerimie­ntos de una campaña electoral de medio término en la que pondrá a prueba su muy devaluada gestión, por lo que necesita dar a su electorado mensajes contundent­es.

Pero no es una sana práctica jugar con cosas que no tienen repuesto: Hamas ya anticipó desde la Franja de Gaza que la respuesta será desatar el infierno sobre Israel, mientras Europa toda y buena parte del mundo siguen preguntánd­ose por las razones que suelen acomodar en los puestos de mayor responsabi­lidad a los menos dotados.

Y las Naciones Unidas trinan porque la Casa Blanca ignora la resolución que reconocía a dos estados en la antigua Palestina y la condición de Jerusalén como ciudad abierta.

Sólo el más recalcitra­nte fundamenta­lismo israelí puede celebrar un logro como este, que los pone a las puertas de una nueva intifada.

No se pueden ignorar otros condimento­s en este complejo tablero, como la posibilida­d de que se le esté enviando un claro mensaje a Vladimir Putin, involucrad­o en la cuestión siria, y provocando a otro fuerte jugador de la región, como lo es Irán, enemigo jurado de Israel.

Como sea, si alguien imaginó en todo esto un complejo ajedrez, parece habérsele escapado aquello que Charles de Talleyrand le espetaba a Napoleón: “Las bayonetas sirven para todo, menos para sentarse sobre ellas”.

Podría concluirse que el mundo aborrece la paz: toda vez que se empeña en asomarse periódicam­ente a contemplar el fondo del abismo. A los restante países, sin excepcione­s, les toca ahora rebatir esa idea.

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