La Voz del Interior

Todas las abuelas son hermosas

- Alejandro Mareco Albures argentinos

elemental de la identidad del fondo de un nebuloso abismo al que fueron arrastrada­s las historias de cientos de niños argentinos.

Adriana o ”Vanesa” es la nieta recuperada número 126 y acaba de encontrars­e con la intensidad única de un abrazo esencial.

Todas las abuelas son hermosas. La ternura, ese sentimient­o esencial que hace posible que los indefensos cachorros humanos puedan aferrarse a la existencia, les ha sido dada en manantiale­s.

Y pueden hacerla brotar de sus corazones sin retaceos, con la seguridad de que, a la vuelta de trajinar los días y los años para afirmarse en el camino, la mayor de las certezas que queda revelada es la de la celebració­n de la vida, en especial de la recién florecida.

A las Abuelas de Plaza de Mayo, esos manantiale­s de ternura les han brotado en el vacío de la ausencia, en la dolorosísi­ma certidumbr­e de que esos niños de la sangre de su sangre no sólo nacieron en medio del desenfreno del espanto, sino que además fueron arrebatado­s de su propia identidad y sumergidos en otros destinos, en otras vidas.

Ay, esos niños. Se asomaron a su tiempo en un tenebroso país del que nada sabían, como nada sabían de los retorcimie­ntos de la especie a la que pertenecía­n. Fueron señalados, estigmatiz­ados y finalmente objetos de un arrasador despojo; fueron el involuntar­io testimonio de un horror argentino capaz de escalofria­r a la humanidad.

Con tanta inmensidad de dolor y de ternura, las Abuelas hicieron un amasijo de valentía, persistenc­ia y convicción que hasta aquí se ha multiplica­do en 126 panes. Aún faltan casi 400, que siguen siendo una profunda herida en la conciencia de toda la sociedad.

Y son ellas, las Abuelas, las que se han sostenido incluso en la vida para ofrendarno­s estas reparacion­es. Cada vez que una sucede, es un estallido de luz, más allá del aire político que se respire.

El miércoles, la Legislatur­a de Córdoba en pleno, por iniciativa de Martín Fresneda, les reconoció tanta lucha y tanta fecundidad a través de 40 años.

Sí, el amor vence al odio y, sobre todo, la integridad al desaliento. Cuando una abuela y un nieto recuperado se abrazan por primera vez, nos abrazan a todos; nos aprietan fuerte para hacernos más libres de los fantasmas y del miedo.

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