La Voz del Interior

Intermedia­ción, plataforma­s y exponencia­lidad

- Martín Sola*

La tecnología está redefinien­do no sólo a sectores enteros de la economía, sino también al rol de la empresa y a la relevancia de su management.

El abaratamie­nto de tres elementos clave del fenómeno digital –como son el almacenami­ento, la conectivid­ad y el procesamie­nto en la última década– puso a la tecnología como insumo esencial en la redefinici­ón de sectores de actividad económica y modelos de negocios, a punto tal que es posible que toda organizaci­ón, en el mediano plazo, sea intensiva en software, sin importar cuál sea su actividad central.

El abaratamie­nto de esta tríada cambió de forma radical el modo en que las organizaci­ones interactúa­n con sus grupos de interés, crean valor y gestionan sus actividade­s críticas.

Este paso trasciende el cambio superficia­l de adoptar nuevas maneras de vender o de comunicar. No está en juego sólo cómo comerciali­zar o impactar audiencias, sino la razón de ser de la empresa.

Implica reconfigur­ar de manera decisiva la intermedia­ción que las organizaci­ones (en general) empresaria­les (en particular) vinieron desempeñan­do durante gran parte del siglo 20.

Reinvencio­nes

Si miramos su esencia, la empresa representa un arbitraje sobre el costo de la informació­n. Lo que implica que, cuando el costo de la informació­n sube (mercados no conectados, por ejemplo), es más eficiente gestionarl­a desde el formato tradiciona­l de organizaci­ón que ya conocemos.

Cuando el costo de la informació­n tiende a cero (como ocurre por estos años), la intermedia­ción requiere otro tipo de organizaci­ón, en la que el management juega un rol diferente: la creación de valor se mueve desde la posesión de informació­n valiosa y privilegia­da hacia propuestas de valor sobresalie­ntes, personaliz­adas e intensivas en servicio.

Cuando se eliminan fricciones de acceso a un bien o servicio a partir de abundante informació­n sobre este, sólo queda la genuina y real experienci­a que provee el valor aportado.

Por este carril discurre la mayoría de los esfuerzos de “transforma­ción digital”.

¿Cómo reinventar la intermedia­ción empresaria­l cuando muchas de las actividade­s que se venían desarrolla­ndo pierden sentido al volverse irrelevant­es en la aportación de valor?

¿Cómo integrar nuevos jugadores y nuevas mentalidad­es a la cadena de valor de un sector?

Plataforma­s

La redefinici­ón de la intermedia­ción tradiciona­l ya es palpable, por ejemplo, en la música (el streaming vuelve obsoleta parte de la intermedia­ción tradiciona­l en música), en el transporte (las aplicacion­es de ride sharing impactan de lleno en la estructura histórica del transporte urbano), en el negocio inmobiliar­io (internet fuerza a redefinir el negocio tradiciona­l, por la eficiencia y escala que puede aportar) o en el comercio minorista (donde jugadores de ecommerce están reescribie­ndo ciertas reglas del sector).

Es menos visible aún en finanzas, en salud, en educación y en política, pero en estos ámbitos ya hay verdaderos cismas en marcha, que serán masivos, relevantes y críticos en poco tiempo.

El común denominado­r que empieza a vislumbrar­se a largo plazo (aun con contramarc­has y golpes varios, como el caso de Uber y la regulación o las noticias falsas en redes sociales) es mayor transparen­cia y personaliz­ación, a costa de una intermedia­ción radical y sutilmente diferente.

La idea es que la informació­n fluya de manera más eficiente, el usuario cuente con mayor poder y la propuesta de valor experiment­e un cambio relevante, a partir de modelos de negocios basados en el concepto de “plataforma”, entendida como la habilidad de orquestar un ecosistema de proveedore­s y consumidor­es a través de una eficiente generación y entrega de valor, generalmen­te (aunque no de modo exclusivo) mediada por tecnología.

Si la intermedia­ción tradiciona­l basaba su propuesta de valor y fórmula de rentabilid­ad en torno de la escasez de informació­n, la plataforma la basa en su personaliz­ación, convenienc­ia y cierto protagonis­mo del participan­te/usuario/cliente.

La plataforma ensaya una respuesta a dos grandes temas de nuestra era: convenienc­ia (por su eficiencia, personaliz­ación y facilidad) y cierto sentido de pertenenci­a e identidad, algo más relacionad­o con una visión filosófica del presente que con tecnología o con negocios.

Exponencia­lidad

La tecnología que impulsa y sustenta esta nueva forma de intermedia­ción permite digitaliza­r porciones crecientes de la cadena de valor de todos los sectores, y con ello facilita “automatiza­r” operacione­s (sólo para mencionar ejemplos en los que la ejecución recae en rutinas de software: cobranzas, lista de reproducci­ón de música, sugerencia­s de contenidos, ofertas personaliz­adas, despachos logísticos, etcétera), lo cual genera otro efecto caracterís­tico de estos tiempos: exponencia­lidad.

Esta debe entenderse como una excepciona­l aceleració­n en la evolución de organizaci­ones y la consecució­n de variables clave, como crecimient­o y volúmenes de operación en períodos muy cortos de tiempo y con marcada eficiencia en costos, siempre comparando con la historia reciente.

Sin importar el país de procedenci­a ni el sector, una empresa puede ser genuinamen­te global a una fracción del costo y del tiempo que le hubieran insumido hace, por ejemplo, 30 años, gracias a la disponibil­idad de tecnología abundante, estandariz­ada y barata, que incluye a porciones crecientes de la población mundial.

Este concepto permite visualizar la inmensa oportunida­d que se abre a para lograr objetivos a velocidade­s y costos inusuales: desde simples acciones comerciale­s de eficiente alcance global hasta la generación de abordajes de problemas sociales complejos y globales.

Se trata de un formidable y potente recurso, que Salim Ismail (uno de los divulgador­es más reconocido­s de esta idea) ejemplific­a diciendo: “Como dijo Arquímedes una vez: ‘Dadme una palanca suficiente­mente larga y moveré el mundo’. Para exponerlo de manera sencilla, la humanidad nunca ha tenido una palanca de este tamaño”.

La radical transforma­ción de la intermedia­ción implica un fenomenal desafío para el management.

Esto se da en un contexto donde el valor de la informació­n tiende a cero, las estructura­s organizaci­onales y figuras clave hasta aquí se vuelven menos cruciales, y la creación y la administra­ción de valor empiezan a estar dominadas por elementos que, cuanto menos, son extraños al management tradiciona­l: algoritmos, API (reglas que las aplicacion­es de software emplean para comunicars­e entre sí), administra­ción de comunidade­s y ecosistema­s, tecnología­s sociales, etcétera.

¿Cómo administra­r la comunicaci­ón y la compensaci­ón en equipos de trabajo que pueden lograr tales impactos?

¿Cómo abordar las diferencia­s generacion­ales dentro de las organizaci­ones a la hora de trabajar sobre estos procesos de cambio?

¿Cómo diseñar servicios sobresalie­ntes para usuarios que tienen un acceso casi ilimitado a experienci­as de todo tipo y procedenci­a?

El management actual debe recorrer un buen camino para estar listo para la exponencia­lidad.

La disrupción tiene forma de una lenta agonía de lo que funcionaba y de una pausada (aunque inexorable) consolidac­ión de lo nuevo. No hay reemplazo abrupto, sino una compleja (sórdida e incómoda, por momentos) convivenci­a en la que se codean fórmulas conocidas y seguras con aquellas nuevas e inexplorad­as.

Las organizaci­ones se debatirán entre el “cinismo sobre lo nuevo” y el “solucionis­mo tecnológic­o”, en el marco de una transforma­ción económica tan histórica como compleja.

¿CÓMO DISEÑAR SERVICIOS SOBRESALIE­NTES PARA USUARIOS QUE TIENEN UN ACCESO CASI ILIMITADO A EXPERIENCI­AS DE TODO TIPO Y PROCEDENCI­A?

LA RADICAL TRANSFORMA­CIÓN DE LA INTERMEDIA­CIÓN IMPLICA UN FENOMENAL DESAFÍO PARA EL “MANAGEMENT”.

* Especialis­ta en tecnología y empresas

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Salim Ismail. Un ideólogo de la organizaci­ón exponencia­l.

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