Relatos de miedo, tortura y fuga en juicio a represores

“El miedo…mejor no ver”. El testigo Carlos Alberto Brandalisis le explicaba ayer así a uno de los abogados defensores cómo es que no había intentado quitarse la venda de sus ojos durante los días de 1976, en los que estuvo prisionero en el Campo de la Rivera.

Como sucede en los juicios de lesa humanidad, la quinta audiencia sobre las causas González Navarro y Vergez Héctor, con Luciano Benjamín Menéndez como uno de los 22 acusados, invocó otra vez a los fantasmas del tenebroso país, con episodios estremecedores.

Como el que contó Carlos Ortíz, cuya narración puso una dosis de suspenso y asombro. Fue detenido en abril de 1975 y conducido a la D2, donde fue torturado. Unos tres días más tarde –en el mismo edifico de la Jefatura– firmó el recibo de la devolución de sus pertenencias, supuestamente para salir en libertad. Pero allí mismo pasó a la condición de secuestrado.

Sin embargo, la parte más intensa, fue cuando contó el modo en que logró escapar de la muerte. Una noche lluviosa, mientras era llevado atado en el baúl de un auto por el camino a las Altas Cumbre para ser ejecutado, logró soltarse una mano y cuando lo bajaron, empujó a dos de sus captores y salió corriendo bajo un infierno de balas (“como mil tiros”, dijo). Tres días después pudo ponerse a salvo.

También pasó Jorge Tazzioli, detenido y torturado primero en Bell Ville antes de pasar a Campo de la Rivera. Los coscoínos Luis Nogués (que habló de las historias de su padre y de su tío), Carlos Albornoz y el mencionado Brandalisis retrataron el manotazo de la represión en la capital del Folklore.