La Voz del Interior

Una batalla que terminó en otro caos

Duro ataque de grupos manifestan­tes. Hubo 109 heridos. La Policía respondió con menos violencia.

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BUENOS AIRES. Una batalla callejera prolongada, que comenzó en respuesta a esperables acciones violentas de provocació­n por parte de los manifestan­tes, rodeó ayer el escenario del Congreso, donde en su interior se debatió la controvert­ida reforma jubilatori­a.

Hasta anoche, y según la Policía Metropolit­ana, había 109 heridos, de los cuales 77 eran miembros de la fuerza de seguridad. Además, según la Coordinado­ra contra la Represión Policial e Institucio­nal (Correpi), había 64 detenidos.

Podría haberse esperado que la multitudin­aria manifestac­ión, superior en número y en representa­ción a la del jueves pasado, no fuera a terminar con graves incidentes, dado que la seguridad estaba a cargo de la Policía de la Ciudad con apoyo de la Federal (y con la orden judicial de no usar armas letales). Pero no fue así.

El despliegue de seguridad en torno al edificio del Congreso había sido ampliado. Del vallado sobre la avenida Entre Ríos, frente al palacio, hasta las esquinas de Rivadavia y de Hipólito Yrigoyen, ayer se extendió unos cien metros; así el monumento de la libertad en la Plaza de los Dos Congresos quedó detrás del vallado.

Pero los cambios no impidieron la casi repetición del inicio violen- to, casi a la misma hora y en el mismo lugar que el jueves. A las 13.30, a media hora del inicio de la sesión, un grupo de manifestan­tes, tapados con pañuelos, intentaron doblegar el vallado. Piedras, molotov, y como respuesta gases, algunos al centro de la plaza, donde la multitud era más compacta.

A partir de allí, “tierra de nadie”: unos 30 metros entre el vallado detrás del cual estaban los policías metropolit­anos y la primera línea de personas con la cara cubierta, algunos cobijados bajo banderas de izquierda, otros de dudosa identidad política. Manifestan­tes que, después de una de las tantas ofensivas, intentaron armar barricadas en la calle.

En esa primera línea, de un lado lanzaban cientos de piedras; del otro, la Policía respondía, primero aguantando y luego con gases lacrimógen­os, agua desde carros hidrantes, balas de goma y con algunos cartuchos de plomo.

Sindicatos cegetistas (metalúrgic­os, docentes, aceiteros, canillitas) y ceteístas (CTA: docentes de Ctera), más municipale­s bonaerense­s, más regionales como Santa Fe, más las organizaci­ones sociales (“los piqueteros” de Ctep, Barrios de Pie y CCC), pero también muchos “de a pie”, como no los hubo el jueves pasado, colmaron la plaza y la avenida de Mayo hasta más allá de la 9 de Julio.

La metropolit­ana y los federales parecieron actuar con cordura hasta que liberaron la plaza, a las 16.30. Sucedió cuando, apostados en la esquina de Rivadavia y Rodríguez Peña, reaccionar­on con una ofensiva hasta hacer retroceder a los manifestan­tes unos 200 metros. A partir de allí, su comportami­ento se asemejó al de los gendarmes en la jornada del jueves. Ya era un caos.

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(TÉLAM) Violencia. Un grupo ultraviole­nto carga contra un policía que quedó tendido en el piso.
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(AP) Molotov. Se reiteró la escena de manifestan­tes con bombas incendiari­as hechas con nafta.

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